La sección de revistas de la biblioteca municipal de La Felguera se caracteriza por ser muy “montonera”: excepto los periódicos diarios, que son ordenados y archivados con bastante diligencia, el resto de materiales se acumulan sobre las mesas y en las estanterías hasta que la bibliotecaria ve que ya no entra más y decide guardarlos.
Hace cosa de un mes me dio por rebuscar en un montón y bajo varios ejemplares de Les Noticies y El Heraldo encontré ¡Le Monde Diplomatique en su versión española!
Desde entonces a las habituales tareas diarias que realizo cuando en época de exámenes hago un descanso para leer la prensa (poner en primera fila de estantería El Viejo Topo del mes y poner el del mes anterior detrás, y esconder bajo el montón más grande la revista de los Testigos de Jehová) se ha sumado la de desenterrar Le Monde Diplomatique y ponerlo en lugar visible.
Si yo desentierro Le Monde es porque alguien lo entierra. No me gusta acusar pero sospecho de la bibliotecaria rubia, una de mis archienemigas.
El formato de periódico convencional de Le Monde Diplomatique puede confundir a un lector que se enfrente a él pensando que va a ponerse al día: LMD no ofrece información sino reportajes de bastante profundidad, y no siempre sobre temas de especial actualidad. No sirve para ojearlo, hay que leerlo, y en ese aspecto se adapta mal a mis parones de un cuarto de hora para leer la prensa.
Lo que sí se adapta bien a mis usos bibliotequiles es la excepcional revista El Viejo Topo. Es una revista de política y cultura, de izquierda radical, que con sus 15 años en la espalda desde que iniciaran su nueva andadura se ha convertido en todo un clásico.
El Viejo Topo cuenta con colaboradores muy prestosos como Samir Amir, Salvador López Arnal o Jorge Vestrynge. Ninguno de los colaboradores de la revista cobra por sus artículos.
Da como mínimo para tres de mis días de biblio: uno lo uso para ojear muy por encima los artículos y las secciones que se ven de un vistazo, otro para leer los artículos que más me motivan y el tercero para ver si hay algo que me interese de entre lo que había desechado.
Cuando recorro sus páginas me siento muy reconfortado: de vez en cuando leo a gente capaz de explicar con claridad cosas que pienso de una forma sencilla y muy lúcida.
El Viejo Topo de éste mes tiene dos artículos para mí especialmente relevantes: una entrevista a Tariq Ali en las que el pakistaní dice unas verdades como puños, y las dos últimas cartas que escribió Bujarin antes de ser ejecutado.
Las últimas conmovedoras palabras escritas de Bujarin antes de ser eliminado por la Inquisición estalinista fueron «debéis saber, camaradas, que sobre la bandera roja que levantaréis en vuestra marcha victoriosa hacia el comunismo habrá también una gota de mi sangre». Al leerlas estremezco y en mi mente dos mundos se conectan: pienso que Bujarin bien podría haber vivido dos milenios atrás en la caída de la República y haber sido el más noble de los ciudadanos romanos.
3 comentarios:
Es cierto que la figura de Bruto es recordada por su deslealtad a César y no por su lealtad a Roma y la República.
El mentadísimo triunvirato de Octavio, Lépido y Marco Antonio fue una paso más en la deformación política que con el asesinato de Cesar se pretendía reconducir.
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He leído varias obras de Tariq Alí ya que es un autor nada plasta y que ilustra muy bien algunos episodios de la historia.
Tenía en mente hacer algo sobre Kósovo para mi blog un poco más adelante y precisamente hace poco me releí "La Mujer de Piedra" que ilustra muy bien el declive del Imperio Otomano. Recomendable!
Como tema conexo con lo que comentas te recomiendo la película "Persépolis" como forma de visualizar un viaje en sentido inverso al que se dió con la caída del Imperio Otomano (y la posterior llegada de Ataturk en Turquía con sus medidas laicistas y liberales) más de medio siglo después en Irán.
50 años después de que los turcos caminaran en esa dirección, en el país vecino se retrocedía hasta ideas propias de la época de las cavernas.
La peli muestra muy bien a la revolución iraní (hoy conocida como "revolución islámica" por su paupérrimo desenlace) como un fenómeno muy heterogéneo, que aunque finalmente fue hegemonizado por el clero islamista, en sus orígenes era un movimiento de masas con mucho peso de aquellos que querían hacer una revolución social y liberal.
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