Te confirmaré algo que posiblemente sospechas: los camareros escupimos ocasionalmente en los productos que servimos. Digo “escupimos” (y no “escupen”) por haber desempeñado ocasionalmente dicho trabajo.
Desde los bares de la esquina hasta los de estrella Michelín, el cliente desagradable y cojonero suele acabar tomándose una “sopa al lapo bien merecido” (expresión que tomo del gran Rafael Reig). Quien dice “sopa” dice “cerveza”, “cubata”, o “plato de calabacines rellenos”.
Forma parte de la cultura popular y es un gag recurrente en las películas que los camareros, sin perder la sonrisa, se venguen del cliente cabrón mediante “violencia higiénica”.
Ésta sucia costumbre es bien reflejada por Palahniuk en su novela “El club de la lucha” (posteriormente llevada al ciner con gran acierto por Fincher) en la que el protagonista es descrito como “el terrorista más activo del sector hostelero”.
En dicho film, el anarcoprimitivista Tyler Durden pronuncia ante un político que tiene retenido un estupendo alegato en defensa de la clase trabajadora: “Perseguís a la gente de la que dependéis. Preparamos vuestras comidas. Limpiamos vuestras basuras. Contestamos vuestras llamadas. Conducimos vuestras ambulancias. Y os protegemos mientras dormís…así que no te metas con nosotros”.
Hoy, jornada mundial del trabajo digno, desde éste laico ambón te digo (porque, aún sin conocerte, lector, te estimo): haz todo lo posible por no convertir el trabajo de tus semejantes en algo más indeseable de lo que normalmente es…y hazlo por dos razones: una porque es bueno en sí mismo, y otra porque te evitarás el comer muchos escupitajos. Palabrita de camarero ocasional.
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