Ciudadanos, esos intrusos indeseables en la construcción de la UE

El Tratado de Lisboa resucita. El TCE, como la vida en Jurassic Park, se iba a abrir camino como fuera.

Me veo obligado a repetirme: la guerra contra el Tratado Constitucional Europeo era una guerra que no se podía ganar. Había un plan B para sacar adelante el plan A, y como en el plan B Irlanda (el único -¡único- país que lo sometió a referéndum) les salió rana, tuvieron que diseñar un plan C.

A los poderes europeos no les importa ser menos legítimos mientras estén más cómodos. Además son bastante descarados: Giscard d'Estaing, redactor del Tratado Constitucional, afirmó que el Tratado de Lisboa es lo mismo pero “más digerible” gracias a los “cambios cosméticos” que se habían producido.

Conviene recordar que para convencer a los más euroescépticos se decía que aquello del Tratado Constitucional no era una Constitución en su sentido jurídico, que era un simple tratado, como los anteriores, que lo que hacía era poco más que reunificar el acervo legislativo anterior…y las pusieron a votación. Recientemente para no ponerlo a votación esgrimieron que no es necesario porque, a diferencia del otro, esto no es una Constitución. ¿Cuándo mentían…cuando el referéndum, cuando el no-referéndum, o es que han estado mintiendo todo el rato…?

¿Cómo se sentirá ante esto un ciudadano francés que votó “no”, siendo su opción la mayoritaria? Qué forma de ser ninguneados…nunca a los ciudadanos se les ha hecho saber tan abiertamente su condición de intrusos y de indeseables en la construcción europea.

La construcción “intergubernamental” que ha marcado desde el inicio el proceso de construcción europea ha vuelto a campar a sus anchas. La discusión pública del nuevo proyecto de Tratado fue prácticamente nula. Pierden legitimidad pero ganan en tranquilidad.

Ha pasado ya medio siglo del Tratado de Roma del 57, y actualmente los órganos que disponen de más poder en la UE siguen siendo los menos representativos y los que menos controles tienen: el Consejo, la Comisión, el Tribunal de Justicia o el Banco Central Europeo.

El único órgano representativo –el Parlamento– conserva capacidad de veto, pero continúa sin ser un auténtico legislador y ocupando un papel subalterno en el conjunto del aparato institucional.

Revisando qué se había publicado en su día sobre la firma del Tratado por parte de los Jefes de Estado me encontré en la página de Pascual Serrano dos titulares sincerísimos:

En El Mundo se afirmaba que “ningún Gobierno desea exponerse a los referendos” y en El País señalaban que “la posible convocatoria de un referéndum para su ratificación en el Reino Unido se presenta ahora como el nuevo escollo más serio”.

Finalmente como sabemos en el Reino Unido se votó en la cámara en contra de celebrar el referéndum a pesar de que el Partido Conservador, desde la oposición, estaba por ello.

Es cuanto menos curioso, para acabar ésta primera reflexión, que los principios democráticos no paran de ser invocados en todos los tratados. Siempre aparecen plasmados en el enunciado legal.

La segunda reflexión que me suscita esta “resurrección” del Tratado de Lisboa es de autocrítica a la izquierda, porque a pesar del muro mediático que se ha levantado sobre el tema, es difícil explicar que la campaña contra el Tratado no haya cristalizado en una verdadera ola de protestas que pudieran incidir en las elecciones políticas de los diferentes países.

No hemos logrado movilizar. El tema del Tratado debería haber podido ser puesto sobre la mesa a pesar del bloqueo informativo.

Es verdad que el panorama es difícil, el tema de apelar al “europeísmo” como superación del pasado y como promesa de bienestar ha conducido a una aceptación acrítica del proceso de integración. Aunque el mito ha comenzado a perder fuelle, y más con la crisis. La elevadísima abstención –un 56%– en el último referéndum sobre el Tratado constitucional es, junto a los votos negativos y nulos, una señal que no debería minusvalorarse.

No hemos logrado pasar a la ofensiva tras el momento dulce del “no” francés y holandés.

El papel que han tenido las direcciones de los sindicatos mayoritarios europeos ha sido desastroso, y ha agravado la incapacidad del movimiento obrero europeo para formular una alternativa de sociedad. Sólo se han movido tímidamente con el tema de las 65 horas, y yo que he participado de esas protestas puedo decir que se estaba “por compromiso”: fueron poco más que arrastrados a esas movilizaciones, no fue una lucha cogida de forma entusiasta por los sindicatos mayoritarios, como debiera haber sido.

Tal vez tengamos que pasar un buen tiempo en el esfuerzo de acumular fuerzas y de unir a todos los que nos oponemos a la Europa neoliberal…hay dos puntos a examinar: primero la posibilidad de superar las diferencias sobre esa “otra Europa” que queremos y poder plantear un modelo unitario y factible; segundo, aunque no seamos capaces de esa unión en el proyecto, que podamos converger en torno a ciertas campañas o reivindicaciones comunes. Pero se me antoja difícil hacerlo sin contar con los sindicatos mayoritarios.

El tercer punto que hay que recalcar (aunque esta entrada se me esté alargando demasiado) es el referido al modelo económico que marca el Tratado que ahora resucita, muy en la línea de sus predecesores. Está cristalizándose la idea de que se va hacia un modelo de la llamada “flexiguridad”. Ahora con la crisis el concepto se ha abandonado léxicamente, cuando el paro se frene volverán a la carga recordándonos sus beneficios.

Esto de la “flexiguridad” en teoría se define como la combinación de más flexibilidad en los contratos y en los despidos para el empresario por un lado, y con más seguridad para la gente trabajadora, concretada en más formación (que posibilitaría el acceso a nuevos trabajos al tiempo que aumenta la competitividad) y más ayudas estatales en forma de subsidios de paro, para poder cambiar de trabajo sin traumas.

Escrita sobre el papel la "flexiseguridad" puede resultar atractiva a mucha gente. Teóricamente respeta la ideología imperante neoliberal y competitiva, pero liberándola de sus principales males: la precariedad en el trabajo, el paro, la desprotección social...

Pero examinándola detenidamente vemos como es una construcción ideológica hecha para desorientar. ¿Como se podría combatir la “inseguridad” en un mercado de trabajo en el cual el despido sea libre y barato para el empresario? Sólo dotando a la gente trabajadora de subsidios de paro largos y bien pagados (en Dinamarca, paradigma de la "flexiseguridad", son de del orden de 4 años con el 90% del salario), manteniendo y reforzando unos servicios públicos de calidad y asegurando una “formación” adecuada de la mano de obra trabajadora, que posibilitara su “reciclaje” laboral.

Pero claro, ¿de dónde pueden salir los recursos para desarrollar una política laboral y social de estas características? Obviamente, si los empresarios despiden libremente y de manera barata, sólo una fiscalidad adecuada puede dotar al estado de los amplios recursos necesarios para sufragar las pensiones de paro, los servicios públicos y los programas de formación profesional.

Pero justamente esta fiscalidad avanzada, que debería recaer sobre la clase empresarial, sobre los que más ganan, es uno de los objetivos a destruir por el neoliberalismo, obsesionado por la reducción del gasto público y de los impuestos.

¿Entonces, si los empresarios no pagan la protección de la gente trabajadora, quien la paga? Insostenible. En definitiva: sí habrá “flexi”, pero la “seguridad” se quedará únicamente escrita en los papeles (recordemos los no tan lejanos casos de Viking y Laval-Vaxholm)

Si has llegado leyendo hasta el final, eres un seguidor de El Hijo Rojo como Marx manda ;-)

PD.: ¿Porqué ciudades tan encantadoras como Bolonia y Lisboa tienen que ser usadas para dar nombre a cosas tan grotescas? Deberían darles nombres más “burgueses”, tipo “el Plan del West End londinense” ó “el Tratado del Barrio de Salamanca”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De acuerdo al 100% con tu entrada, y sobretodo con la última reflexión.

Que firmen sus cosas repugnantes en barcos en aguas internacionales, o directamente en guantánamo

Soria dijo...

El TUE al que tanto os oponéis refuerza el papel del Parlamento y refuerza la "democracia" en el seno de la Unión Europea. De todos modos, creo que quedan muchos años -décadas- para que siquiera podamos hablar de una democracia directa en Europa o en cualquier otro tipo de instancia supranacional más que nada por motivos prácticos: 27 países, cuatrocientos millones de personas, miles de intereses encontrados y divididos por apelaciones puramente ideológicas no tienen sentido hasta que Europa esté verdaderamente integrada.

Creo que haces un análisis erróneo del rechazo al TUE. Francia y Holanda dijeron que no por motivos distintos a ese supuesto aura de izquierdismo secular de La Republique. Francia, por ejemplo, se movió mayoritariamente por ese campesinado brutalmente proteccionista y contumaz que tan pronto destruye la producción española en la frontera como se opone a derribar la PAC como se niega al TUE porque supone un recorte en sus privilegios. Al fin, supone un rechazo rural a un tratado que integraba a nuevos países y que eliminaba, de un plumazo, gilipolleces que los gabachos han ido acumulando a lo largo de décadas de artificial primacía europea.

Por último, tu análisis sobre la Flexiguridad es demasiado simple. La fiscalidad no es un juego de suma cero como se plantea desde la izquierda sino que posee múltiples variables, aplicadas sobre todo a la riqueza que se genera. El neoliberalismo no persigue una reducción brutal de impuestos sino un descenso del gasto público improductivo. Punto.

Un gasto público improductivo es, por ejemplo, montar un aeropuerto regional porque al político de turno le sale de los cojones. Un gasto público es productivo cuando genera riqueza, felicidad y bienestar para la población: el subsidio de desempleo lo genera en su justa medida.

La flexiguridad es una aplicación del modelo danés que ha logrado una tasa estructural de paro en torno al 4 ó 5%. Creo que la gente prefiere trabajar y tener dinero a estar en el paro pero, eso sí, con 30h de jornada laboral o con la imposibilidad de que te despidan a no ser que te folles a la mujer de tu jefe, sodomices a sus hijos y finalmente robes a la viejecita del cuarto.

En fin, vaya, que creo que tu post de hoy se limita a reproducir demasiados espacios comunes sin entrar a criticar en profundidad algunos aspectos del TUE en los que podríamos estar de acuerdo. Pervivencia del proteccionismo, privilegios franco-alemanes en peso político, etc.

Un saludo.

PD: Ya que no tengo a un troll en mi blog, ya te doy yo un poco el coñazo, xD.