La victoria del “sí” en el referéndum venezolano sobre la limitación de mandatos me produjo una sensación ambivalente:
De un lado, profunda alegría al constatar que con esta victoria el proyecto bolivariano puede seguir adelante. De otro lado, tristeza al constatar que la permanencia de la revolución tal y como la conocemos depende fundamentalmente del carisma y la lucidez de Chávez, y que sin éste posiblemente el proceso se detendría.
Uno de los grandes logros de la revolución venezolana ha sido el poder implicar a las mayorías en la vida política de un país que los tenía en situación de exclusión tanto económica como social. Sin embargo, esa incorporación de los más no ha podido traducirse en un proyecto lo suficientemente organizado como para poder prescindir diez años después de su máximo impulsor.
Esta dependencia de Chávez entra dentro de lo comprensivo: la transformación que vive Venezuela está siendo tan profunda que el proyecto de Hugo Chávez necesita de mucho tiempo para desarrollarse en plenitud y, hasta que culmine al menos parcialmente, es bastante lógico que se siga confiando en quien hasta el momento ha llevado el timón con mucho acierto. Otro proyecto menos radical y más reformista podría encontrar fácilmente “sucesor”, pero la cosa se complica cuando estamos ante una iniciativa de estas dimensiones, cuyos logros son en buena medida consecución de la personalidad fuerte y consecuente de Chávez. Gestionar el capitalismo puede hacerlo cualquiera, pero superarlo es una labor más difícil, y Chávez está triunfando donde casi todos han fracasado. Tal empresa bien vale cuatro, ocho o doce años más de chavismo.
Creo que existe en cualquier proyecto una relación inversamente proporcional entre nivel de organización real y nivel de dependencia personalista. Podemos constatar en nuestra vida cotidiana que las asociaciones humanas mejor organizadas son capaces de turnar frecuentemente a las personas que ocupan las máximas responsabilidades sin que la asociación se resienta. La revolución bolivariana, como proyecto muy “espontáneo”, no ha tenido tiempo de organizarse de una forma suficiente como para que ese cambio en el liderazgo se produzca de manera no traumática.
Tanto la constitución del PSUV como polo partidista en torno al cual gravita electoralmente la revolución, como la puesta en marcha de asambleas de poder popular, son dos iniciativas que caminan en la senda de más organización, y abren por tanto la esperanza a que en un futuro no muy lejano la revolución podrá dejar de ser “chávezdependiente” y aún así seguir por la vía en la que actualmente marcha.
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5 comentarios:
Estoy básicamente de acuerdo con lo que dices, tanto en lo que te entusiasma como en lo que te preocupa. En lo único en lo que discreparía es lo de que no ha habido tiempo. Yo diría que no ha sido prioritario. Puede que sea razonable que se haya puesto en un segundo nivel de prioridad la "despersonalización" ante otras medidas más urgentes, pero es un flanco demasiado débil.
No olvidemos que el golpe de 2002 lo derriba el pueblo, no Chávez. Si ahora un nuevo golpe detuviera a Chávez, me da la impresión de que la revolución estaba finiquitada. Eso es un grave error.
Una crítica constructiva! Muy interesante lo que dices.
Tal vez la Historia nos obliga a ser pesimistas. Quizá por ello se escucha a tanta gente de izquierda discrepando con la actuación de Hugo Chávez. Yo no temo por el futuro de Venezuela. Democracia, paz, solidaridad...se le puede pedir más a un país? Pues sí, más igualdad aún y Chávez lo querría, pero como no es un dictador...
Se puede seguir mandando, siempre que la gente esté de acuedo. Y en Venezuela lo están.
@ Hugo: pues sí, tal vez no ha sido prioritario, no lo sé. Tiempo tampoco es que haya habido muchísimo, pero es posible que sea lo que señalas.
@ Miguel: ¡Pesimistas nunca! Contra el pesimismo de la razón, ¡el optimismo de la voluntad! ;-D
Cada día que pasa Venezuela se me asemeja más y más a Yugoslavia.
Por un lado por el personalismo de la Revolución (Tito y Chávez).
Por otro por todo el rollo del colectivismo, cooperativas y empresas autogestionadas.
Aunque bueno, quizás lo primero también es más algo propio de casi todas las revoluciones social-comunistas (por asi decirlo XDDD) y lo segundo que en Venezuela esté calando hondo la experiencia autogestionaria yugoslava.
Eso sí, en Nepal los comunistas no son tan personalistas (o quizás los medios occidentales no nos hayan creado esa imagen??) ni apuestan tanto por la autogestión...
Experiencias, en general, negativas sobre el excesivo personalismo en procesos revolucionarios nos hacen los dedos huéspedes. Pero la realidad es la que es, y hoy parece difícil que la revolución bolivariana pueda asentarse sin Chávez. Esperemos que el tiempo y los avatares revolucionarios vayan otorgando protagonismo, más aún, a los círculos bolivarianos para que se vayan conformando como verdadero poder popular
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