Las normas de la sala de estudio. Normas autónomas y heterónomas.

¿Habéis visto la película “Las normas de la casa de la sidra”? Uno de los momentos culmen de la película se produce cuando a los temporeros que trabajaban recogiendo manzanas el protagonista les lee las normas que el dueño de las tierras había pegado en el barracón donde se hospedaban.

Las normas llevaban allí clavadas desde tiempos inmemoriales, y los trabajadores iban cada año a aquellas tierras y se quedaban en aquel barracón sin reparar en esa hoja de papel que estaba en la pared.

El protagonista, Homer (interpretado por Tobey Maguire), que era el único de todos ellos que sabía leer, se acerca a la pared y a petición de uno de ellos comienza a leer el listado de disposiciones que el terrateniente había establecido como normas para los inquilinos del barracón. Tal vez los trabajadores habían visto antes la hoja allí pegada, pero como no sabían lo que ponía nunca le habían dado importancia. Ahora Homer se la estaba leyendo: eran normas. Los temporeros descubrían por primera vez la naturaleza de aquella hoja.

Homer va enunciando una a una las normas, y cada norma es más estúpida que la anterior (hasta el punto de que todas las normas se podían resumir en dos: “prohibido fumar y subir al tejado”, pero el terrateniente decidió redactarlas como si los temporeros fueran necios, escribiéndolas tal que “está prohibido subir al tejado a dormir; está prohibido subir al tejado a comer; aunque haga calor dentro del barracón, no se puede subir al tejado…”).

Cuando Homer acaba de leerlas, los temporeros le dicen que las quite de la pared y las queme. “Esas no son nuestras normas, Homer…vamos, quémalas”.

La escena nos permite visualizar de una forma maravillosa la distinción entre normas autónomas y heterónomas.

Las normas autónomas son aquellas normas en las que quienes las fija y quienes las recibe son la misma persona. Los trabajadores del barracón se habían dotado de normas autónomas.

Las normas heterónomas son aquellas en las que quien pone la norma es diferente del que la recibe. Los temporeros rechazaban las normas heterónomas para organizarse en el barracón.

Las normas autónomas no tienen porqué ser más justas o adecuadas que las heterónomas (puede que realmente no fumar en aquellas camas de paja fuera una cosa buena…pero los temporeros fumaban de continuo), aunque suelen serlo…lo que sí son indudablemente es más democráticas. Dice Bobbio que, en última instancia y de forma ideal, la democracia es el sistema de la autonomía y la autocracia el de la heteronomía.

Como regla general, las normas autónomas suelen estar mejor adecuadas a las necesidades de los sujetos que las van a recibir. ¿Nunca has vivido una situación en la que piensas cosas como “se nota que quien legisló sobre esto no se tuvo que enfrentar al problema sobre el que legisló”? A mi me pasa muchas veces lo de encontrarme con normas que no responden a las necesidades de quienes las reciben.

En la sala de estudio a la que acudo los fines de semana sucede eso: existe, por citar una, la norma de no poder abandonar el puesto de estudio más de veinte minutos, o se te retirarán las cosas de allí.

Si la gente que vamos allí a estudiar pudiéramos hacer las normas, estoy convencido de que habría unas normas mucho mejores. Por ejemplo la regla de los veinte minutos tendría dos excepciones: no se retirarán las cosas si hay sitios vacíos de sobra; y no se retirarán las cosas entre la 1 y las 3 de la tarde (armisticio para ir a comer).

Son excepciones de pura lógica que de hecho ya se aplican cuando no está allí el controlador, es decir, cuando nosotros mismos hacemos de controladores: nadie te increpa si dejas las cosas allí una hora para ir a comer, aunque esté abarrotado el centro; y nadie te dice que tienes una caradura tremenda si estás fuera cuarenta minutos pero hay sitios vacíos de sobra.
Pero cuando está allí la autoridad nuestra normativa autónoma no sirve de nada: aunque la mitad de la sala de estudio esté vacía te retiran los apuntes cuando pasas afuera más de lo reglamentado, a cualquier hora y en cualquier situación.

Las normas tontas de la sala de estudio son una nimiedad y no causan mayores males…pero por desgracia si subimos nos encontramos con que todo el sistema funciona de forma similar… ¿no sería genial poder participar en la elaboración del Ordenamiento que ha de regirnos? ¿no sería genial…la democracia?

¿Tú qué opinas?

1 comentarios:

Sebastián Liera dijo...

Lo sería, sin duda, amén de los asegunes que la multicitada democracia conlleva; quizás luego nos demos tiempo para platicarlo con más calma. Por lo pronto dejo un saludo chilango muy otro desde México.

http:://laotrachilanga.blogspot.com