"Socialismo para principiantes" (III): plusvalía y capital

Veíamos en la entrada anterior que el origen del valor es el trabajo humano, esta mercancía especial (la fuerza de trabajo humana) es la única mercancía capaz de crear valor, y, por tanto, es la única que puede producir más valor.

Como toda mercancía, la fuerza de trabajo se vende a un determinado precio: este es el salario que el capitalista paga al trabajador.

En cualquier proceso de producción, el valor que se agrega a los medios de producción se debe al trabajo que los transforma en una mercancía nueva. De este trabajo sale el único valor que se crea en cada proceso de producción. Esto ocurre tanto en la producción capitalista como en la pequeña producción independiente. En este último caso, en el de la pequeña producción independiente, el productor puede dejar de trabajar, de producir mercancías, cuando el valor que ha incorporado en ellas le alcanza para intercambiarlas por las mercancías que él necesita para vivir, o sea, para mantener su fuerza trabajo.

En cambio, en el régimen capitalista, de este valor creado en el proceso de producción sale tanto el valor de la fuerza de trabajo del obrero como la ganancia del capitalista.

El capitalista y el obrero se encuentran en el mercado de trabajo. El obrero ofrece como mercancía su fuerza de trabajo. El capitalista la compra por una determinada cantidad de dinero, para hacerla trabajar durante una determinada cantidad de tiempo al día.

Suponiendo que el capitalista ha comprado la fuerza de trabajo a su valor: por ejemplo, a 50 euros por una jornada de 8 horas de trabajo. Con ello ha pagado al obrero el valor de los productos que este consume para mantenerse cuando trabaja una jordana de 8 horas. Supongamos que al trabajar para el capitalista, el obrero produce en cada hora un valor de 10 euros. Entonces en 5 horas el obrero crea una cantidad de valor que corresponde al valor de una fuerza de trabajo: 50 euros. Al mismo tiempo traspasa a las mercancías producidas el valor de los medios de producción. Por lo tanto, en 5 horas de trabajo del obrero, el capitalista recupera todo el dinero que ha invertido en la producción: tanto en salario como en medios de producción.

Sin embargo, el obrero no deja de trabajar en este momento: debe seguir produciendo durante 3 horas más hasta completar las 8 horas por las cuales ha vendido su fuerza de trabajo. Todo lo que produce en estas últimas 3 horas es ganancia para el capitalista. Por lo tanto, hemos descubierto que el capitalista obtiene sus ganancias apoderándose de todo el trabajo que el obrero sigue haciendo después del tiempo en que ya ha creado o reproducido un valor igual a su salario.

Se llama “plusvalía” al valor que el obrero produce durante todo el tiempo extra que sigue trabajando después del tiempo de trabajo en que ya ha reproducido el valor de su fuerza de trabajo.

La jornada de trabajo se divide entonces en dos tiempos que tienen un significado muy distinto.

Se llama “tiempo de trabajo necesario o pagado” al tiempo de trabajo durante el cual el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo.

Se llama “tiempo de trabajo extra o no pagado” al tiempo en que el currante crea plusvalía para el capitalista.

Llamaremos “plusvalía absoluta” a la plusvalía que se obtiene alargando la jornada de trabajo o intensificando el uso de la fuerza de trabajo.

Llamaremos “plusvalía relativa” a la plusvalía que se obtiene disminuyendo el tiempo de trabajo necesario (por ejemplo, mejorando la maquinaria de la fábrica)


En consecuencia, resulta claro que el concepto de plusvalía es el concepto clave para explicar la explotación propia de un régimen de producción en el que el proceso de trabajo se realiza bajo relaciones de producción capitalista.

En todo sistema económico donde existe propiedad privada de los medios de producción, los dueños de estos medios se apoderan del trabajo extra creado por los que no tienen estos medios. Pero el modo como se apoderan de él es distinto. En el régimen esclavista y servil es por la fuerza directa, la privación de libertad o el sometimiento a una presión externa, lo que obliga a esclavos o siervos a trabajar para el señor. Sin ese poder directo sobre los hombres, los señores no habrían podido apoderarse del trabajo de los esclavos y siervos que tenían sometidos ya que al liberarse estos habrían podido producir en forma independiente de los señores lo que necesitaban para vivir.

En el sistema capitalista, la fuerza que obliga al obrero “libre y soberano” a someterse a la explotación capitalista es mucho más eficaz. Es la fuerza de las necesidades vitales. Si no se somete a las condiciones económicas impuestas por el sistema, es decir, a ofrecer su trabajo “voluntariamente” al capitalista, se muere de hambre debido a que no posee los medios para producir lo que necesita para subsistir.

Y hablando de todo esto…¿qué leches es el “capital” y que tiene que ver en todo ésto?

Muchas personas creen que capital es lo mismo que dinero y llaman capitalista a cualquier persona que ha logrado juntar una cierta cantidad de dinero. Pero no es así.

El dinero que guarda un avaro en una caja de fondos, sin usarlo jamás, no es capital. Tampoco es capital el dinero que recibe un trabajador como salario o sueldo y que gasta en comprar una serie de bienes de consumo para él y su familia.

Para que el dinero se transforme en capital es necesario que éste sea gastado en la compra de mercancías que permitan al dueño del dinero no sólo recuperar este dinero, sino además obtener más dinero después que ellas hayan sido usadas en el proceso de producción.

Llamaremos “capital” al dinero que se emplea en la compra de medios de producción y de fuerza de trabajo, siempre que éstos estén destinados a obtener plusvalía.

Llamaremos “capital constante” al capital invertido en medios de producción debido a que su valor no cambia en el proceso de producción.

Llamaremos “capital variable” al capital invertido en fuerza de trabajo, debido a que produce más valor durante el proceso de trabajo del invertido inicialmente en ella, y, por consiguiente, hace variar el valor.

Damos por vistos los fundamentos más básicos de la teoría económica. En la próxima entrega: ¡lucha de clases!

[Si quieres puedes echar un vistazo a la entrega anterior pinchando aquí]
[Ésto que lees es un resumen de la segunda parte del segundo CEP de Marta Harnecker, que puedes descargar de muchos sitios, por ejemplo aquí]

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Decir que Marx está desfasado se ha convertido en un lugar común. Leyendo tu entrada y recordando tantos conceptos del marxismo original con ese afán didáctico, su desfasse es más que evidente. ¡Qué inapropiado resulta para describir el mundo de hoy! ¡Qué simplificación tan extrema! ¡Qué lastre para la izquierda!

Anónimo dijo...

@Anónimo: ¿de verdad crees que los conceptos marxistas que se han introducido en estos tres capítulos no están de plena actualidad? ¿Crees que existe desfase cuando se habla de la dependencia de la posesión de los medios de producción? Mira que habrá cosas del marxismo que sean más o menos rebatibles pero precisamente los conceptos que se han nombrado, hijo mío... pues no.

@Kaneda: ¿Super Mario?

Javi dijo...

@ Bahn: creo que el comentario de Anónimo era irónico.

¿Por qué Super Mario? ¡por ser un "working class hero"!

Por cierto, espero que todo el mundo conozca los mini-cortitios que Seth MacFarlane (el de Padre de Familia) está sacando por internés. Uno de ellos va precisamente de mi fontanero favorito:

http://www.youtube.com/watch?v=xGE34VAqYTk

¡Salud!

Anónimo dijo...

Pues vaya colada xD

Es que es ver un comentario anónimo en un blog y me lanzo a la yugular, es un tic nervioso xD

PD: En mi defensa he de decir que lo del marxismo como lastre para la izquierda es un mantra que llevo escuchando demasiado más de lo normal en los últimos meses. ¿Es parte de las consignas del email de pepiño o algo así?

Anónimo dijo...

En fin. De irónico, nada. Esas definiciones de plusvalía tienen una connotación: el beneficio empresarial *siempre* es un robo. Pero asume que el beneficio es inmediato, que no hay riesgo en la producción, que todo trabajo genera una plusvalía cuantificable y, por tanto, medible en tanto que robo. El siguiente paso es constatar que eso no es tan evidente por la Taylorización, la división del trabajo en etapas minúsculas. Como eso dificulta la cuantificación de la plusvalía generada por un individuo, sólo hay una conclusión y es de de tipo paranoico: que el sistema inventa la Taylorización para alejar al trabajador de lo producido. Y como la idea paranoica cala bien, empieza a seguirse un continuo de disparates en el que hay fuerzas abstractas antropomorfizadas, con volición, capacidad de coordinación, de planificación y que actúan contra los trabajadores. Como los trabajadores están alienados, necesitan una vanguardia lúcida que los guíe, que hable por su boca, que desvele al enemigo y desbarate sus planes. Y aquí llegamos a la siguiente parada del razonamiento, el leninismo. Como lo que afirma el marxismo es "científico", el partido de vanguardia sólo puede ser único, ya que no se admiten opiniones en temas objetivos. Sólo puede haber diagnóstico y cura. El que se opone lo hace porque adopta el punto de vista del enemigo. No sólo está equivocado: es un agente de la clase dominante. Es una guerra de clases y, en la guerra como en la guerra: no hay piedad con el enemigo.

El marxismo nace cuando nace, en un contexto histórico determinado. Se vende como instrumento de análisis, como código moral y como sistema predictivo. Como instrumento de análisis puede que fuera bueno en su contexto, pero el contexto es radicalmente diferente (el Estado de Bienestar existe hoy, no entonces). Como código moral no debe ser una maravilla a la vista de los resultados: Lenin, Stalin, Pol Pot, Kim Il Jong. Como sistema predictivo... bueno, ahí la cosa ha fracasado estrepitosamente.

Por otra parte, recuerdo que Marx no es contrario a la burguesía capitalista. Es más, lo considera una etapa natural y necesaria en el paso al socialismo. El socialismo, en su opinión, se sigue inevitablemente del capitalismo. Ejem.

Anónimo dijo...

¡Ajá! ¡Así que estaba en lo cierto y no era irónico! No contaban con mi astucia...

Las connotaciones no son inherentes a las palabras, sino a quién las usa. No existe mejor constructo que "plusvalía" para definir un valor añadido difícilmente cuantificable como lo es el trabajo del operario de turno en la producción de un bien. Partimos de eso y parece que estamos de acuerdo, ¿no?

La división del trabajo no se orienta a ocultar al individuo su aportación real en el proceso, su objetivo es la mejora de la productividad, pero no por ello lo primero no deja de ser una consecuencia imprescindible salvo en el caso en que el trabajador sea consciente de ello. Es la "publicitación" de esa consciencia de su condición la que tú, anónimo comentarista, propones como una forma de mesianismo en el que, sin duda, tanto se cayó en la propaganda del comunismo del siglo XX ("trabajadores del mundo, uníos", nótese el imperativo perenne en las consignas), pero la adquisición de consciencia de clase no deja de ser una dificultad razonable en una sociedad como la coetánea a Marx, funcionalmente analfabeta. Este concepto de "vanguardia lúcida que guía" que tú manejas lo creo incorrecto, porque de esa manera cualquier doctrina existente cae en el paternalismo y en el mesianismo (y, ojo, que no digo que El Manifiesto Comunista sea un libro de autoayuda de Paulo Coelho).

En la doctrina liberal económica se habla, desde un prisma básico, de manos invisibles, mercados que tienden a regularse, precios que se fijan en base a oferta y demanda, etc. Desde el punto de vista del funcionamiento pasa lo mismo con esos conceptos que con lo que comentas del comunismo/socialismo: fuerzas abstractas (lo de antropomorfizadas creo que es simple punto de vista, ya que hay quien, precisamente, acude a la alegoría de "la máquina") que hacen que todo funcione en base a parámetros cuantificables, medibles y entendibles.

Centrémonos: la validez hoy día del marxismo. Igual que la doctrina liberal no permanece igual que cuando surgió mucho antes que el marxismo y el socialismo, hay líneas maestras que pueden aprovecharse y otras cosas que no. Qué sé yo, lo más sencillo son las crisis de superproducción, eso es obvio que no ocurre, pero sigue existiendo (y acrecentándose) la asimetría en la posesión del capital y que ésta sea la implique la posesión de los medios de producción y que ésta implique la práctica y única posibilidad de no ser un recurso explotado (la explotación, igual que la plusvalía, es un concepto neutro cuya negatividad se la da quien lo usa). ¿Por qué sólo unos pocos pueden poseer los medios de producción? ¿Cuál es la causa del desigual reparto de riqueza? Fíjate que en ningún momento aquí nadie ha dicho que el capitalismo sea malo per sé (otro concepto neutro que... bueno, lo vamos pillando, ¿no?) y es cierto que a Marx le ponía bruto una sociedad librecambista (como a todo buen prusiano/renano del siglo XIX) pero en lo que podemos considerar el epicentro de la doctrina marxista no está la desaparición del capitalismo y la vuelta al trueque, sino el ajuste de la desigualdad primordial e injusta del reparto del capital que condiciona toda relación social desprendida de la actividad económica.

Y ahora voy a seguir generando plusvalía para mi empleador xD

Javi dijo...

@ Bahn: ¡el que se había colado era yo!: ¡arrodíllome y excúsome por haber dudado de tu astucia! XD

Queda claro pues: todo forma parte de las consignas del email de pepiño.

Buena respuesta.

¡Salud!

Anónimo dijo...

No digo que plusvalía esté "mal definido". Es una definición y ya está. Yo puedo definir cualquier cosa de cualquier modo y, mientras sea coherente, hacer un discurso válido. El problema es reducir la relación empleador-empleado a la plusvalía y decir que la plusvalía que se queda el empleador es poco menos que un robo. Según esa visión, el empleador produce sin riesgo: cuanto más produce, más plusvalía recibe y más se enriquece. Pero el empleador está tomando constantemente decisiones con implicaciones que pueden resultar graves para la empresa y para sí mismo. Y hay fenómenos en los que la plusvalía es difícil de "distribuir". El personal de limpieza de la empresa, por ejemplo, ¿qué plusvalía genera? ¿Qué plusvalía genera el departamento de publicidad? ¿Y el de contabilidad? ¿Han de participar todos en un reparto de la plusvalía en pie de igualdad con quienes están directamente implicados en la producción o que quienes desempeñan actividades que requieren una enorme cualificación? Evidentemente no. En la URSS, por ejemplo, había diferencias salariales (nada desdeñables, por cierto). Hay un problema difícl con el reparto justo. ¿Quién decide cómo repartir? Si todos salimos a lo mismo, ¿qué sentido tiene preparase, llegar a un cualificación que supone un gran esfuerzo (y mucho tiempo sin producir plusvalías)? La gente invierte en preparación cuando hay una recompensa esperada (y ahora mismo lo está sufriendo el sistema universitario, donde la falta de salida para científicos está generando una caída alarmante de las vocaciones). Esa recompensa ha de ser acorde al esfuerzo, a la inversión personal. ¿Cómo estimar eso? Muy fácil: Atendiendo a la oferta y la demanda. Se propone un salario mayor donde hay más demanda que oferta. ¡Coño! Ya ha salido un mercado laboral sin buscarlo. Si es que este Marx... Ahora resulta que de la plusvalía no participan todos por igual. Unos reciben más que otros. Entonces, ¿no está robando el empleado cualificado parte de la plusvalía al que no tiene su cualificación? La respuesta es "no", ya que posiblemente el trabajo cualificado es imprescindible para la producción y dificilmente reemplazable. ¿No ocurre acaso lo mismo con el empleador? Crear un producto nuevo, diseñar un sistema de producción, conseguir que tenga aceptación... todo eso es una cadena de inversiones para nada exentas de riesgo. ¿No merece el que invierte un esfuerzo extraordinario y arriesgado quedarse con plusvalías?

Bueno. Ahora no juguemos al hombre de paja y no dehamos que yo defiendo el libre mercado sin regulación. Creo que el mercado funciona razonablemente cuando hay unas reglas de juego claras. Y creo que el mercado no define todas las relaciones humanas. El papel del Estado es dar protección y seguridad a sus ciudadanos, garantizando razonablemente la igualdad de oportunidades. Educación, sanidad, pensiones, policía, defensa, cobertura del desempleo... son todo servicios que debe cubrir el estado y garantizar a todos los ciudadanos. Todo eso no lo ofrecía el Estado cuando Marx construyó su discurso.

Precisamente lo que da miedo de la erosión del estado del bienestar es una polarización del pensamiento político que puede dar nueva vida al marxismo. Porque detrás del marxismo todos sabemos lo que viene. El siglo XX ya ha hablado.

Saulo dijo...

Gracias por los resumenes, están muy bien. Cuando tenga tiempo leeré los libros de la señora esta, a ver si están tan bien como tus resumenes.

Anónimo dijo...

Venga, intentaré (aunque no lo lograré) ser breve, que si no el señor y la señora Google van a acabar cobrando por palabras en los comentarios xD

Saber en qué invertir, desarrollar un modelo de negocio o, incluso, saber invertir más o menos según coyunturas es un trabajo en sí mismo. No cambia el hecho de que se aporte capital al realizar este trabajo, del mismo modo en que en una cooperativa todos los trabajadores participan en la empresa. En tanto trabajador, el inversor debe recibir réditos, pero en tanto trabajador, no en tanto aportador-de-capital, porque la aportación de capital no es un trabajo que genere beneficios, sino que es la condición inicial necesaria para poder producir. El trabajo y la formación son (o deberían ser... bah, en esencia lo son) materiales al alcance de cualquiera. El capital, sin embargo, no está al alcance de cualquiera y sólo las clases dominantes económicamente pueden tener la "llave de todo". Es, de todo punto, injusto partir desde estas condiciones iniciales. El comunismo "sólo" sirve para hacer tabula rasa y que cada cual obtenga por su necesidad en contrapunto de lo que produzca según su capacidad.

Obviamente es muy difícil calcular en qué medida contribuye cada trabajador de una empresa a la plusvalía, aunque en una huelga se nos dan ciertas pistas: normalmente la especialización del trabajo no implica que la falta de un componente sólo dificulte la producción, sino que directamente la paraliza en la mayor parte de las ocasiones.

En mi profesión yo trabajo con ciertas herramientas que pueden servir para analizar, precisamente, la rentabildiad de un puesto laboral. Existir sí que existen maneras para analizar casi cualquier cosa dentro de un todo y su incidencia en el rendimiento final. Si A rinde con su trabajo mucho más que B parece obvio que su margen de ganancia deberá ser mayor. La oferta y demanda laboral tiene una base asentada en este "ratio de productividad", pero luego está bastante influenciado por modas, tendencias o escasez de recursos humanos, externalidades que poco tienen que ver con lo que realmente la empresa al final quiere: que se funcione como se debe y que se gane cuanto se pueda.

Resumiendo (que falta hace): sí, los beneficios de cada trabajador no son iguales, pero un capitalista -en tanto únicamente capitalsita- no merece obtener una plusvalía en el mismo orden que un trabajador que "materialmente" influye en la producción.

Anónimo dijo...

Pero si el capitalista sobra, ¿quién decide qué recursos deberían aportarse a qué iniciativas? Si no hay asunción de riesgos por parte de algún agente, ¿cómo podemos asignar recursos racionalmente? Uno de los problemas de la URSS era ése, precisamente. Se creó un entramado burocrático brutal para estimar las necesidades y para planificar la producción. Pero se hacía agua en elementos en los que el capital funciona. Una vez se había diseñado un proceso de producción, difícilmente se mejoraba, especialmente si la externalidades eran lo que estaba en juego. La polución, por ejemplo, era salvaje (muy superior a la occidental, que no es que fuera poca) y nadie tenía interés en reparar eso. El abastecimiento de las fábricas era delirante y, en la práctica y ante la ineficacia estatal, acabo generando un mercado negro entre industrias. Productos destinados a una fábrica que distaba 10 km se enviaban primero a Moscú y de Moscú iban a su destino. Muchas fábricas camuflaban cifras de producción para poder apaartar algo y mercadear con otras para conseguir otros productos necesarios.

Y eso desde el punto de vista de la eficiencia de la producción. Si vamos a la justicia distributiva del sistema, ahí la cosa se pone bien borde. La promoción de los individuos dependía fundamentalmente de su inclusión en la nomenclatura, listados de millares de militantes del partido único que asignaban el escalafón. La diferencia de vida entre la gente pobre y la rica en la URSS era, a efectos prácticos, comparable a la de occidente. Un trabajor del campo en una granja comunal apenas tenía para vivir. Un líder del partido comunista disponía de servicio doméstico, residencia estival, vehículos oficiales y familiares, acceso a tiendas selectas... Y eso la URSS, que de Jruschov en adelante moderó algo los rigores del sistema. Si vamos a ver lo que pasó en Corea del Norte, en la China de Mao o, el colmo, en la Camboya de Pol Pot.

No se puede decir que esos sistemas no eran marxistas. Lo eran. Toda su fundamentación se deriva de análisis marxistas de la sociedad previa y del establecimiento de sistemas idealizados que son acordes con la moral marxista. Marx no dijo qué hacer. Lenin tuvo que inventarlo. Y Mao,por muy anti-leninista que dijera ser, no se fue mucho de la ortodoxia.

España vivió la caída de la ideología comunista en una situación expcepcional. Desde el 56, con la invasión de Hungría, los europeos fueron desilusionandose a la vista de las pruebas. En España, al vivir bajo una dictadura, las críticas se leían de otro modo: "las críticas a la URSS deben ser contrainformación franquista y deben ignonarse o combatirse". Una muestra más del daño que hizo el franquismo: "asegurar" una mayor supervivencia del marxismo en España.

Anónimo dijo...

Luego hablamos de hombres de paja. Se empezó con lo "inapropiado para describir el mundo de hoy" de los conceptos básicos económicos marxistas y se me acaba metiendo en el cuarto de baño de Jruschev. Pues vale.

Obviamente el experimento comunista del siglo XX no funcionó. No soy, en absoluto, un fanboy commie, pero lo que desde luego intento es mantener una visión medianamente neutral de ambas "alternativas". ¿Ha funciona mejor el liberalismo? A la vista de los hechos está que sí, pero la pregunta que yo me hago (y tú, al margen de la productividad en fábricas, creo que también) es, ¿es acaso más justo?

¿Quién decide a dónde va el dinero, el capital que se convertirá en "progreso"? El beneficio empresarial. ¿Es un buen determinante el beneficio empresarial? Si tenemos en cuenta que es aproximadamente el 3% de los fondos destinados a la lucha contra el SIDA el que se destina a la búsqueda de una vacuna a lo mejor nos damos cuenta de que si interesa mantener una enfermedad como crónica por los beneficios que da que alguien tenga que comprar los medicamentos toda su vida quizá la "búsqueda del beneficio" no es el mejor principio rector. Si nos repiten que no podemos acabar con la pobreza desde los países ricos pero a la que los bancos se tambalean soltamos 70.000 millones de dolares en tres ratos quizá podría darnos por pensar que la "búsqueda del beneficio" no nos beneficia a muchos.

Tanto el socialismo marxista como el liberalismo moderno son sistemas que, sobre el papel, funcionan a las mil maravillas pero a los que las externalidades (es decir, la vida en sí misma) los gripan y pervierten. El problema del momento actual es que existe un monocultivo liberal que no da opción a nada más que arreglar con cinta adhesiva los fallos del sistema actual (una cinta adhesiva cara, sí, pero cinta adhesiva al fin y al cabo). No hay opciones, se recurre rápidamente a los fantasmas de Stalin o la primavera de Praga y punto. Mientras, nos hacemos los tontos y pensamos que la pobreza en el mundo no tiene nada que ver con el sistema imperante.

Seguramente es la maldición de la momia (de Lenin).