El Heptagrama

Al ser el hijo pequeño en una familia numerosa, mis padres me criaron de una forma bastante más pasota que a mis hermanos mayores: nunca fueron severos conmigo, ni me agobiaron, ni me dieron la turra para que me apuntara a piano o a alemán. También pude disfrutar (privilegios del hijo pequeño) de un nivel de atención y mimos muy alto, como el que dan los abuelos a los nietos.

De ahí que tenga una personalidad muy tranqui y despreocupada (propia de alguien a quien le tocaron poco las pelotas en su infancia), y sea super impaciente (propio de un niño que accedió con mucha inmediatez a las atenciones de los padres cuando así lo requirió, sin tener que competir con otros hermanos).

Mi hermano varón mayor vivió una educación totalmente distinta, mucho más convencional, con unos padres que estuvieron muchísimo más encima de él y que le azuzaron considerablemente más. Por eso, aunque nos parecemos en muchos aspectos, él es en cambio una persona nerviosa y super perseverante: tiene un montón de aficiones, y tiene una paciencia enorme para dedicarse a ellas.

Recuerdo que siendo yo pequeño y él ya un mocete, mi hermano montaba maquetas de aviones jodidísimas de armar; aprendió a tocar un montón de instrumentos (yo hice un par de intentos y abandoné a los cinco minutos, porque para aprender a tocar cualquier instrumento hay que tener una paciencia del copón) y sabe de un montón de cosas a las que les ha dedicado mucho tiempo (montaña, esquí, motos, coches…)

¿A que viene éste psicoanálisis de chigre? Pues a que mi hermano, el nervioso y perseverante, ha abierto hace algún tiempillo un blog que a mí me mola un montón, “El Heptagrama”, en el que nos habla de su mayor afición, la música. Sed gente de bien y pasaos por allí a echar un vistazo y, si os gusta, suscribíos.