[Lo que sigue es una traducción al castellano (hecha por un servidor) del artículo de
Stephen Walt para la revista de orientación socialdemócrata "
Foreign Policy". El artículo me lo ha enviado al mail el siempre atento compañero
Jose Emilio]
Durante los últimos 10 años, la “solución de los dos estados” ha sido el mantra de los actores más moderados que estaban involucrados en el aparentemente insuperable conflicto Palestino-Israelí. Ehud Olmert y Tzipi Livni, dijeron que lo querían, y también lo hizo el Presidente palestino Mahmoud Abbas. El plan de paz de la Liga Árabe del 2007 prevé dos estados viviendo uno al lado del otro, y George W. Bush y Condoleezza Rice dijeron repetidamente que la solución de los dos estados era también su opción (aunque hiciera bien poquito para alcanzarla). Barack Obama, Joe Biden, y Hillary Clinton, todos ellos dijeron que ahora estaban trabajando duro por esa solución. Yo podría agregar que la solución de los dos estados es mi opción preferida también.
Curiosamente, este consenso moderado en favor de los dos estados tiene claramente otro desarrollo. En los Acuerdos de Oslo de 1993 no se habló explícitamente sobre un Estado Palestino, y el Primer Ministro Yitzhak Rabin, que firmó el acuerdo, nunca aprobó la idea del Estado Palestino en público. Y cuando la Primera Dama Hillary Clinton habló sobre la necesidad de un Estado Palestino en 1998, fue severamente criticada, y la Casa Blanca rápidamente se distanció de sus palabras. De hecho, Hill Clinton no afirmó la idea de un Estado Palestino hasta su último mes en el poder. La solución de los dos estados como solución de “consenso” en la corriente social mayoritaria es de hecho algo de relativamente muy reciente creación.
Hoy, invocar el mantra de los “dos estados” suena moderado y razonable y parece responder verdaderamente a los ideales de democracia y autodeterminación; pero no hay actualmente fuerzas que estén haciendo nada por llevar a cabo esa solución. Lo que ha sucedido realmente es que defendiendo la solución de los estados se ha creado una receta para la inacción, una hoja de parra tras la que los líderes pueden pronunciarse en ruedas de prensa mientras omiten que la expansión de los asentamientos y las redes de carreteras sobre Cisjordania lo hacen imposible.
El Primer Ministro saliente, Ehud Olmert, lo ilustra perfectamente: últimamente ha sido una voz elocuente a favor de los dos estados, advirtiendo de los peligros que Israel sufrirá si la solución de los dos estados no se adopta. Mientras tanto su gobierno continuaba con la expansión de los asentamientos de colonos y minaba a los palestinos moderados, poniendo la solución de Olmert, supuestamente favorable, cada vez más y más lejos, haciéndola incluso imposible.
Hay dos planes en juego que amenazan con minar la opción de dos estados. El primero es la extensión continuada de establecimientos de Israel en la tierra que, se supone, es la reservada para los palestinos. Hay actualmente sobre 290.000 colonos viviendo en Cisjordania. Hay otros 185.000 colonos viviendo en Jersusalén Este. Muchos de estos asentamientos están subvencionados directa o indirectamente por el Gobierno israelí. Es increíblemente difícil imaginar a Israel evacuando cerca de medio millón de personas (más o menos el 7% de su población) de sus hogares. Aunque en teoría uno puede imaginar un tratado de paz que mantiene a los colonos dentro de la frontera israelí (con un nuevo Estado Palestino que recibe como compensación tierra de igual valor), en algún punto los esfuerzos de los colones por “hacer cosas” harán prácticamente imposible el establecimiento de un Estado Palestino viable.
El segundo plan es el crecimiento de la ideas extremistas en ambos lados. El tiempo corre en contra de la solución de los dos estados, y sus oponentes principales (el partido Likud y sus aliados en Israel, y Hamas dentro de los palestinos) se vuelven más y más populares. El crecimiento en popularidad del racista Aviador Lieberman y de su partido Yisrael Beiteinu es una evidencia de este hecho.
Y no es que Kadima o el Partido Laborista hayan estado empujando con fuerza para lograrlo. Según Gideon Rachman del "Financial times": “el resultado es que el siguiente gobierno israelí, dejando a un lado sus propios deseos, probablemente opte por continuar con status quo de los Palestinos (la ocupación continuada de Cisjordania, negociaciones de paz fallidas, ampliación regular de los colones y de la fuerza militar en respuesta a los cohetes palestinos). La búsqueda a largo plazo de una solución de dos estados será dejada de lado, argumentando que los Palestinos están demasiado divididos y son peligrosos compañeros de negociación".
Uno no tiene que mirar muy lejos para ver que la solución de los dos estados no será posible en la práctica. ¿Qué harán los Estados Unidos entonces? ¿Qué harán los políticos norteamericanos cuando se vuelva un sinsentido el hablar de la solución de los dos estados, debido a que Israel controla la totalidad de la Palestina del Mandato? ¿Qué solución tendrá el Presidente Obama y la Secretaria Clinton para Palestina e Israel cuando no se pueda seguir invocando el mantra de los dos estados?
Hay sólo tres alternativas en este punto. Primero, Israel podría echar por la fuerza de Cisjordania a los dos millones y medios de palestinos que viven allí, preservando al “Gran Israel” como un Estado judío y llevando a cabo una limpieza étnica. Los palestinos seguramente se resistirán, y probablemente se comentan crímenes contra la humanidad, llevándonos a un escenario totalmente horrible. Ningún gobierno estadounidense podría sostener este paso, y ningún amigo de verdad de Israel podría aceptar esta solución.
Segunda alternativa, Israel podría conservar el control de Cisjordania, pero permitir a los palestinos la autonomía limitada en unos cuantos enclaves deshilvanados, mientras controla los accesos y las salidass, sus provisiones de agua, y el espacio aéreo. Esta parece ser que era la estrategia de Ariel Sharon antes de ser incapacitado, y la propuesta de Netanyahu de “paz económica” sin Estado Palestino parecía ir en una línea similar. A corto plazo los palestinos no conseguirían un estado viable propio, y no disfrutarían de plenos derechos políticos. Esto es la solución que muchas personas (incluyendo al Primer Ministro Olmert) comparan con el régimen de apartheid en Sudáfrica. Es difícil imaginarse a los Estados Unidos apoyando este resultado sobre el largo plazo, y Olmert ha apuntado en ese sentido. Negar los palestinos sus propias aspiraciones nacionales tampoco va a terminar con el conflicto.
Esto me lleva a la tercera opción. El gobierno israelí podría mantener su control físico sobre la “Gran Israel”, y conceder todos los derechos democráticos a los palestinos dentro de ese territorio. Un puñado de judíos y un número creciente de palestino ha propuesto a esta opción. Pero hay objeciones formidables a ella: esto significaría el abandono del sueño sionista de un estado independiente judío, y los estados de binacional de esta clase no tienen antecedentes alentadores, especialmente cuando las dos partes han emprendido un conflicto amargo a través de varias generaciones. Por eso prefiero la alternativa de los dos estados.
Si la opción de los dos estados no fuera nunca más factible, parece probable que los Estados Unidos vendrían a favorecer esta tercera alternativa. Después de todo, apoyar la segunda opción (un estado de apartheid) sería contradictorio con los valores principales de libertad y democracia americanos y convertiría a Estados Unidos en un sujeto hipócrita para el resto del mundo cada vez que hablara de ello. La opción de aprobar el apartheid también demolería cualquier esperanza que podríamos tener de mejorar nuestra imagen en el mundo árabe e Islámico. El Señor sabe que tengo mucho respeto por la capacidad del lobby israelí para formar la política exterior estadounidense, pero aún así AIPAC [nota del traductor AIPAC es un influyente lobby denominado “Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel”] y otros lobbys de peso pesado en las instituciones tendrían dificultades de mantener las relaciones especiales si Israel fuera un Estado que practicara el apartheid. Como contraste, la opción tres (un Estado binacional que proporcione plenos derechos democráticos por los civiles independientemente de etnia o religión) es fácil de conciliar con el “crisol cultural” que defiende la tradición política liberal. Sería difícil que los políticos americanos pudieran oponerse.
Si la solución de los dos estados muere, como parece que ocurrirá, Estados Unidos tendrá que encarar una elección difícil. Esa es la razón por la que Obama y su equipo (también los amigos de Israel en los Estados Unidos) debería moverse más allá de la palabrería e idear la forma de crear un Estado Palestino. Pero es demasiado optimista pensar que lo harán.
Y mientras aquí estoy, con un pensamiento más bien herético. ¿No debería alguien en el gobierno estadounidense comenzar a pensar en lo que deberíamos hacer en el caso de que la solución de dos estados se derrumbara? Comenzar a contemplar esta opción es desde luego aventurado, porque podría minar nuestros esfuerzos de planificar un futuro alternativo. Pero el hecho es que es fácil que tengamos que encarar ese futuro próximamente. Si es así, sería una buena idea que alguien comenzara a pensar en cómo tratarlo ahora, antes de que tengamos que improvisar sobre la marcha.
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