Egoblogging para acabar el año

No me gustaría acabar el 2008 sin una de esas recurrentes entradas en las que el autor del blog dice cosas como “cuando abrí la bitácora no me esperaba tener ni la mitad de la mitad de visitas” ó “¡gracias a todos por estar al otro lado leyendo mi página!” y esas cosas tan típicas.

Así que allá va:

Cuando abrí El Hijo Rojo no me esperaba tener ni la mitad de la mita de las visitas. El antes y el después del blog lo marcó mi entrada en el agregador “I Love IU”, que permitió que mucha gente conociera la bitácora y así poder fidelizar lectores.

Instalé el contador de visitas Google Analytics el 27 de junio de este año, y hasta finales de agosto (momento en que comenzó una progresión tremenda de visitantes) estuve teniendo los días de actualización picos que iban de 60 a 80 usuarios únicos. Los días que no actualizaba entraban de 10 a 20 personas.

Nada comparado con lo que vino después: el blog comenzó a situarse bien en determinadas palabras clave y empezó a tener un buen puñado de lectores fijos. Lo que antes eran las “cumbres” pasaron a ser los “valles” de visitantes, y pasé a tener con cierta frecuencia días en los que superaba los 200 visitantes e incluso máximos de 300 y casi 400 visitantes.

Pero lo que más satisfacción me da es ver que la gente que entra en el blog es para leer algo, y no en plan “esto no es lo que buscaba, me piro ¡fiummm!”: El Hijo Rojo tiene un promedio de tiempo en el sitio de más de un minuto y medio (bastante más de lo que se tarda en leer una sola entrada -salvo las veces en las que me enrollo, que no son demasiadas, la mayoría de mis tonterías se leen en unos pocos segundos-).

El blog ha cumplido sobradamente su papel saciante del ego del autor: es como el “tuenti” o el “facebook” pero le ahorro a la peña el tener que ver mi jeto. A cambio les torturo con diatribas sobre marxismo, que encima vais vosotros ¡y os las leéis! Sois incorregibles, coño.

Gracias a todos por estar al otro lado leyendo esta página. Exceptuando los adolescentes que escriben en su diario secreto, la gente suele escribir cosas para que la lean, así que cumplís aquí un papel fundamental.

Ale, feliz cambio de año. No os olvidéis de llevar puesto algo nuevo, algo viejo, algo eléctrico, algo azul, y una estaca de plata. Eh…espera, creo que estoy mezclando lo de las bodas, el manual de autodefensa y las películas de vampiros. En fin, llevad lo que queráis, y si queréis no llevéis nada.

¡Salud!

Segundo Mandamiento del Siglo XXI: hazte comunista

Lo admito, llevo fatal la parte de “ni tribunos” de La Internacional. Uno de los tribunos en El Hijo Rojo es Carlos Fernández Liria. Se convirtió oficialmente en mi “héroe del año” a raíz de su participación en aquel debate sobre Venezuela en la Cadena SER, y no he tenido tentación de quitarle el título en lo que ha restado de 2008.

Remata el año con su publicación en El Viejo Topo de uno de los mejores artículos que he leído nunca: “Los diez mandamientos y el siglo XXI”, una ponencia que pronunció en los Cursos de Verano de El Escorial en el año 2006. Aunque el texto tiene ya algún tiempo, sólo lo he encontrado íntegramente transcrito en el blog llamado “Quirón”.

De allí lo tomo y aquí os lo reproduzco. Os animo a leerlo, es genial.

Los diez mandamientos y el siglo XXI

Carlos Fernández Liria. (Ponencia pronunciada en los Cursos de Verano de El Escorial 2006: “Occidente: Razón y Mal”).

En tanto que se cree en Dios, es plausible hacer el Bien PARA ser moral. La moralidad se convierte en un cierto modo de ser ontológico e incluso metafísico que nos es posible alcanzar. Y como se trata de ser moral a los ojos de Dios, para alabarle, para ayudarle en su creación, la subordinación del hacer al ser es legítima. Pues, practicando la caridad no servimos más que a los hombres, pero, siendo caritativo, servimos a Dios. (…) Es legítimo ser el más bello, el mejor posible. El egoísmo del Santo está justificado. Pero que muera Dios, y el Santo no será más que un egoísta: ¿a qué sirve que tenga el alma bella, que sea bello, sino a sí mismo? A partir de este momento, la máxima “actúa moralmente para ser moral” está envenenada. Lo mismo que “actúa moralmente por actuar moralmente”. Es preciso que la moralidad se supere hacia un objetivo que no sea ella misma. Dar de beber al sediento no por dar de beber, ni para ser bueno, sino para suprimir la sed. (…) [La moralidad] debe ser elección del mundo, no de sí.
Jean Paul Sartre[1]

Nuestro tema es “Occidente: Razón y Mal. El mal en la política”. Hay que comenzar constatando una desorientación moral muy profunda. Esto es algo que podemos apreciar fácilmente con tan solo que pensemos en lo que a mí me parece un misterio insondable. Diez millones de votantes del PP apoyaron la invasión de Iraq argumentando que Sadam Hussein disponía de armas de destrucción masiva. El misterio, lo que a mí me parece el enigma moral más profundo de lo que llevamos de siglo, es que ahora que se sabe que jamás hubo en Iraq armas de destrucción masiva, y ahora que, además, se sabe que siempre se supo que no las había (ahora que se sabe que Bush, Blair y Aznar mintieron) de todos modos, esos diez millones de votantes van a seguir votando al PP (y muchos más millones a Blair y Bush).
Se trata, como digo, de un misterio misteriosísimo que, por cierto, nosotros tenemos la obligación de abordar, pues para eso nos pagan a los profesores, investigadores, becarios y catedráticos de ética. Nuestra obligación, si es que queremos cumplir con nuestra profesión, es abordar la cuestión de qué ha ocurrido con la consistencia moral contemporánea para que ocurran esas cosas tan extrañas: tiene que haber algo muy mal planteado en la manera en que entendemos los mandamientos para que nuestra conciencia moral haya enfermado hasta los límites nihilistas que traspasan todos los días nuestros medios de comunicación.
El delirio moral en el que estamos sumidos es sólo comparable al descalabro que causó la Iglesia católica durante el franquismo en la conciencia de los españoles. Cuando yo era pequeño, era pecado ver Lo que el viento se llevó, y los adolescentes, según los padres de la iglesia, iban al infierno por masturbarse. Sólo una secta de psicópatas puede perder hasta ese punto el sentido de las proporciones, pues en esa misma época se consideraba cosa discutible si también deberían ir al infierno los policías de la dictadura argentina que (en el cumplimiento de su deber) violaban, torturaban y desaparecían a no pocos de esos adolescentes abocados a las llamas del infierno.
Para ser realistas, hay que decir que la Iglesia no ha recuperado demasiado el sentido de las proporciones. Aplicando sus peculiares parámetros, el papa Woytila, al que ahora quieren canonizar, le daba la comunión a Pinochet y medio excomulgaba a los teólogos de la liberación, dejándoles con el culo al aire en una situación en la que muchos de ellos no tardarían en ser asesinados. Tan sabia decisión se tomó por consejo del cardenal Ratzinger, nuestro papa actual[2].
Ahora bien, no cabe duda de que el papel de los medios de comunicación respecto del nihilismo contemporáneo es mucho más importante que el de la Iglesia. Los periodistas y los intelectuales mediáticos son los nuevos sacerdotes y obispos de este mundo secularizado en el que se ha vuelto imposible distinguir el bien del mal. Y algo de responsabilidad tendremos también en el mundo académico.

Probablemente, como consecuencia del bloqueo a Iraq a partir de la primera guerra del golfo, murieron un millón y medio de personas inocentes. Cerca de un millón más han muerto a causa de la guerra y de la destrucción de infraestructuras. El país está sumido en una guerra civil y sembrado de uranio empobrecido.
En Iraq las embarazadas ya no preguntan al médico si es niño o niña, sino si viene o no con malformaciones. La gravedad de todo esto sólo es equiparable a la gravedad de que todo esto esté ocurriendo mientras conservamos nuestra tranquilidad de conciencia. Probablemente el nihilismo nunca había llegado tan lejos entre nosotros ni había gozado de tanta impunidad.
Ni siquiera en esa situación tan vehementemente denunciada por Hannah Arendt, lo que ella llamó “el colapso moral de la población alemana”, una población que más o menos sabía y no quería saber que sabía de la existencia de Auschwitz y que con su indiferencia y su banalidad se hizo cómplice del holocausto.

Los campos de concentración sobre los que se levanta nuestra tranquilidad de conciencia europea son demasiado grandes para rodearlos con alambradas. Nos sale mucho más rentable rodearnos nosotros mismos de alambradas: encerrarnos en una fortaleza inexpugnable, materializar con púas y cuchillas la “solución final” de nuestras leyes de extranjería, y dejar que la economía internacional se encargue por sí sola de perpetrar el exterminio. No es sólo que esto salga mucho más barato. Es que sale muy rentable, tan rentable que sus efectos superan con mucho la audacia de los surrealistas. La realidad se ha convertido en un chiste, en una broma de mal gusto. Según el último informe de Naciones Unidas, por ejemplo, resulta que el 1 % de la población adulta del planeta acapara el 40 % de la riqueza mundial, mientras que en el otro extremo el 50 % de la población apenas cuenta con el 1 % de la riqueza. Cuando lees estos datos piensas que están equivocados. Claro que, según un cálculo elemental, para que una de las 2500 millones de personas que subsisten al día con 2 dólares diarios, llegara a amasar, con el sudor de su frente, una fortuna como la de Bill Gates, tendría que estar trabajando (ahorrando todo lo que ganara) 68 millones de años.

Otro chiste: por un anuncio de zapatillas deportivas Nike, Michael Jordan cobró más dinero del que se había empleado en todo el complejo industrial del sureste asiático que las fabricaba. Por supuesto que para que un absurdo tan abyecto se encarne en la cruda realidad de cada día hace falta administrar mucha violencia, cortar el planeta con muchas alambradas, deslocalizar poblaciones, descoyuntar, en definitiva, el cuerpo entero de la humanidad.

Es muy sintomático que Hannah Arendt esté hoy día tan de moda. Los estantes de las librerías están repletos de libros de Arendt, se cita a Arendt en el Parlamento, tenemos a Arendt hasta en la sopa. A todo el mundo le resulta interesantísimo que un pueblo entero, el pueblo alemán, colapsara moralmente en los años treinta del pasado siglo XX. En cambio, se lee muy poco (de hecho, ni siquiera se le traduce demasiado) a Günther Anders, quien fuera, por cierto, su marido. Anders se ocupó más bien de denunciar la continuidad de ese colapso moral entre nosotros, en la conciencia occidental en general. Lo que le preocupaba era que nos habíamos vuelto analfabetos emocionales y que eso nos abocaba a una abismo moral en el que todos nos hacíamos cómplices de un holocausto cotidiano e ininterrumpido.

A mediados de los ochenta, Anders renegó del pacifismo en el que había militado toda su vida de forma tan activa y argumentó que la única solución era la violencia. “Hemos hecho todo lo posible por convencer al mundo y está claro que no vale de nada”. “El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y comercialmente”. La economía capitalista ha llevado el planeta a un callejón sin salida[3].

La situación es tan grave que, hoy día –plantea Anders- el recurso a la violencia por parte de los movimientos antisistema debe considerarse, sin más, legítima defensa. Estamos amenazados, la población mundial está amenazada de muerte, por vulgares hombres de negocios con aspecto inofensivo. “Considero ineludible que nosotros, a todos aquellos que tienen el poder y nos amenazan, los asustemos. No hay que vacilar en eliminar a aquellos seres que por escasa imaginación o por estupidez emocional no se detienen ante la mutilación de la vida y la muerte de la humanidad”. Estas citas están sacadas de un libro titulado Llámese cobardía a esta esperanza, que publicó una editorial marginal[4] que, por supuesto, no ha gozado de la fortuna comercial de los editores de Hannah Arendt. Günther Anders explica el insólito fenómeno de la tranquilidad de conciencia contemporánea aludiendo a lo que el llama “el desnivel prometeico”[5]. Es la idea de que, actualmente, somos capaces técnicamente de producir efectos desmesurados con acciones insignificantes. Aprietas un botón y una bomba cae sobre Hiroshima y mata a 200.000 personas. La desproporción entre la acción y sus efectos es tan grande que la imaginación se desorienta. Es imposible, por otra parte, vivir emocionalmente la muerte de 200.000 personas. Los seres humanos estamos hechos para sentir la muerte de un ser querido, incluso de bastantes seres queridos y no queridos. Pero el número 200.000 no nos dice nada emocionalmente.

Hannah Arendt contaba que, durante su juicio en Jerusalén, el genocida Eichmann explicaba con naturalidad que su trabajo consistía en aligerar el ritmo de la cadena de exterminio de judíos. Así pues, desde su punto de vista, era un éxito laboral el que, gracias a ciertas mejoras técnicas en la rutina del exterminio, se lograra eliminar 25.000 personas al mes, en lugar de 20.000. Ahora bien, en una ocasión en que unos testigos le acusaron de haber estrangulado a un muchacho judío con sus propias manos, Eichmann perdió los estribos y se puso a gritar desesperado que eso era mentira, “que él nunca había matado a nadie”. Estrangular a una persona es insoportable para una conciencia moral normal, administrar la muerte de un millón de personas es pura rutina. Pero el problema es que siempre estamos ya, lo queramos o no, apretando esos botones que producen efectos demasiado grandes para nuestra capacidad de imaginar y de sentir.

Susan George comparaba a los ejecutivos que teclean pacíficamente en su ordenador del Fondo Monetario Internacional con los pilotos de un B-52 que aprietan los botones de un tablón de mandos para dejar caer toneladas de bombas sobre una población civil. Probablemente los pilotos no pueden representarse fácilmente el desajuste que hay entre la insignificancia de su gesto sobre el tablero y la desmesura de sus efectos, ahí abajo, sobre la ciudad bombardeada. Con mucha menos razón, el ejército de ejecutivos que deciden sobre las medidas económicas que se aplican a lo largo y ancho del planeta (y el ejército de periodistas e intelectuales que les hacen el juego), no están en condiciones de hacerse cargo moralmente de este “desnivel prometeico” entre “su trabajo”, rutinario y pacífico, y el océano de miseria y de dolor sobre el que están produciendo sus efectos. Anders responsabiliza a la complejidad de la técnica y la industria de este “desnivel prometeico”.

Yo diría que no se trata tanto de una cuestión de complejidad técnica como de una cuestión de complejidad estructural. Sea como sea, su intuición es acertada. Cuando la voluntad está separada de sus efectos por una complejidad muy grande, la voz de la moral se desconcierta por entero. En general vivimos en un mundo tan complejo desde un punto de vista técnico y estructural que todas nuestras acciones, incluso las más aparentemente insignificantes, tienen unos efectos colaterales imprevisibles. Dicho brevemente: estamos sumidos en una situación en la que no hay manera de saber lo que estás haciendo cuando haces lo que haces.

Por supuesto, en estas condiciones, la voz de la moral no sabe a qué atenerse. Es demasiado complejo distinguir entre el bien y el mal. Voy a poner un ejemplo. Tengo aquí unas páginas de El País[6]. Son del 2 de septiembre de 2001, publicadas a todo color en la sección de los domingos. La gente debió de leerlas mientras lavaba su coche o desayunaba con su familia, a la salida de misa o durante una comida campestre. Quizás sintieron que su conciencia caía en un abismo ético… o quizás no sintieron nada. No se trataba de un panfleto de extrema izquierda, de esos que se leen con escepticismo. Era El País, un reportaje sobre la guerra del Congo, por cierto que muy bueno, de esos que se cuelan de vez en cuando en los medios. El titular de la noticia decía: “Según Naciones Unidas, el tráfico ilegal de coltan es una de las razones de una guerra que, desde 1997, ha matado a un millón de personas”. En las minas de coltan en la República Democrática del Congo, se nos decía, trabajan niños esclavos. Los ejércitos de Ruanda y Uganda se disputan el tráfico de este mineral sumiendo el país en una guerra civil en la que nadie quiere pensar.
El caso es que este mineral es vital para el desarrollo de la telefonía móvil y de las nuevas tecnologías. Por ejemplo, la escasez de este mineral había provocado otro efecto dramático: la videoconsola Play Station 2 tuvo que posponer su lanzamiento al mercado, provocando grandes pérdidas de beneficios a la casa Sony.Mirado fríamente, es insólito que eso salga un día en El País y al día siguiente todo siga igual. Es incluso enigmático.

El otro día decían (también en El País) que los muertos de la guerra del Congo se calculan ya en cuatro millones. Mientras tanto, la videoconsola Play Station 2 ya se quedó anticuada y los móviles siguieron desarrollándose vertiginosamente desde ese domingo en que salió la noticia. No es fácil saber hasta qué punto tenemos las manos manchadas de sangre cada vez que llamamos por el móvil o que nuestro hijo juega a la videoconsola. Sin duda que estamos metidos hasta las cejas en el entramado estructural que genera esas guerras. Sin embargo, llamar por el móvil es llamar por el móvil, no matar a nadie. Y por supuesto, dejar de llamar por el móvil tampoco va a salvar la vida a nadie. El móvil, bien mirado, es un invento magnífico ¿quién puede negarlo? Si cuando llamo por el móvil estoy teniendo una oscura e imprevisible relación intangible con no sé qué conflicto sangriento de África, la culpa, desde luego, no la tiene el móvil, ni yo por utilizarlo. No podemos evitar ser piezas de un engranaje muy complejo, en el que todo está ligado entre sí por caminos imprevisibles que nadie ha decidido. Esta complejidad, es cierto, hace que, como decía Günther Anders, nunca podamos estar seguros de lo que estamos haciendo cuando hacemos lo que hacemos. Nunca podemos estar seguros de los efectos indirectos de nuestra acción directa, como dice Franz J. Hinkelammert[7].

El problema es que cuando el mundo alcanza un determinado nivel de complejidad, la máxima de no violar los mandamientos se convierte en una receta envenenada. La propia moralidad se transforma en la gran coartada de un mundo criminal. Todo el mundo llama por el móvil y todo el mundo revienta en el Congo sin que nadie viole los mandamientos. Nadie tiene la culpa de que el mundo se haya convertido en algo tan complejo. En esta complejidad insondable, por ejemplo, se amparan los votantes del PP para considerar que algo bueno tendrá incluso algo evidentemente malo, como la invasión de Iraq. Al final, todo será para bien. Hay cosas que parecen muy dañinas para los seres humanos, pero que son muy buenas para que vaya bien la economía. Y no hay que olvidar que los seres humanos dependen a vida o muerte de su economía. Conviene, por lo tanto, hacer las cosas que convienen a los que tienen la sartén por el mango de la economía internacional. Conviene, pues, apoyar la política de los Estados Unidos, y vuelta a empezar, así con cualquier tema imaginable.
Mientras tanto, todo el mundo puede vivir con la conciencia tranquila: hasta donde nos llegan las narices, no se ve que nadie haya violado ningún mandamiento. Y sin embargo, por muy complejo que se haya vuelto en este mundo distinguir el bien del mal, hay una cosa que seguro que es mala, y esta cosa es, nada más ni nada menos, el hecho mismo de que exista un mundo así. Si vivimos en un mundo en el que “es imposible saber qué es lo que realmente estás haciendo cuando haces lo que haces”, entonces es que vivimos en un mundo muy malo.

El lema de los movimientos antiglobalización –“otro mundo es posible”, “otro mundo tiene que ser posible”– se convierte en un imperativo ético insoslayable. Es insoportable vivir en un mundo en el que basta meter los ahorros en una cuenta corriente de Caja Madrid para tener que preguntarte con cuántas ignominias y matanzas estás colaborando sin saberlo. Es intolerable un mundo en el que te tienes que alegrar de que en España se fabriquen bombas de racimo, pues al menos en eso parece que sí que somos competitivos a nivel internacional[8].

Sin duda alguna, el concepto más interesante que se forjó en la reflexión ética y moral del siglo XX fue el concepto de “pecado estructural”. Este concepto era la columna vertebral de la llamada Teología de la Liberación y los que se ocuparon de pensarlo eran fundamentalmente curas, obispos, cristianos de base que estaban directamente comprometidos en cambiar un mundo injusto y criminal. Mientras ellos se jugaban la vida y daban de lleno en la diana del problema ético de nuestro tiempo, la filosofía académica de izquierdas y de derechas estaba completamente en la Luna, haciendo tonterías con los textos de Deleuze y de Foucault, ideando genialidades para poner a discutir a Rawls con Habermas, a ver si así descubrían la pólvora, y, también, cómo no, leyendo a Rorty y cositas de parecido calado. En este mundo las estructuras matan con mucha más eficacia y de forma mucho más masiva que las personas. La capacidad de ser inmoral que tienen las personas es casi patética comparada con la inmoralidad de las estructuras.

En estas condiciones, la cuestión moral pertinente es qué responsabilidad tenemos respecto a las estructuras. La pregunta ya no puede ser ¿qué puedo hacer yo para no violar los mandamientos en ese mundo que no llega más allá de mis narices? En un mundo en el que las estructuras violan los mandamientos con una eficacia colosal e ininterrumpida, es inmoral limitarse a respetar los mandamientos… y las estructuras. El primer mandamiento, por el contrario, atañe a nuestra actitud respecto de las estructuras. Y para responder a esta cuestión, en primer lugar, hay que responder a esta otra ¿en qué consisten esas estructuras? ¿De qué son estructuras esas estructuran? Así pues, en primer lugar, deberíamos estar todos estudiando economía.

El primer mandato moral debería ser: ponte a estudiar economía y no pares hasta que no averigües en qué consiste este mundo. Y mucho cuidado con dejarte engañar por la Escuela de Chicago, que de eso también eres responsable. Si, por ejemplo, acabáramos por concluir que la economía mundial puede ser llamada con rigor y sentido la economía capitalista, lo que no cabe duda es que nuestra máxima responsabilidad moral, inmediatamente después, sería volvernos comunistas (al menos si llegamos a la conclusión de que ser comunista es la manera adecuada de combatir el capitalismo).

Por supuesto que ese fue el camino que, muy a menudo, siguió la Teología de la Liberación en Latinoamérica[9], el camino que tanto escandalizó al cardenal Ratzinger. Una serie de obispos latinoamericanos, de pronto, pusieron toda su red de catequistas a estudiar economía, especialmente, crítica de la economía política. Pusieron a todos sus feligreses a leer El capital y a estudiar marxismo. Lo demás se dejaba ya a la conciencia de cada uno. Aunque no por casualidad la conciencia de cada uno aconsejaba montar una guerrilla para combatir el sistema capitalista.

El ejercito zapatista del subcomandante Marcos, por ejemplo, no cabe duda de que se montó desde la red de catequistas de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas. En un mundo en el que las estructuras son mucho más inmorales de lo que jamás pueden llegar a serlo las personas, la cuestión crucial no es saber en qué medida somos piezas de ese engranaje estructural o en qué medida podemos dejar de participar en él.
Esto es lo que a veces sugería Günther Anders, pero no es ni mucho menos suficiente. Dejar de llamar por el móvil no vale absolutamente de nada y dejar de consumir coca-cola, de casi nada. Puede que negarse a trabajar en la industria del armamento valga para algo si se consigue que ese gesto sirva de propaganda a los programas políticos pacifistas. De lo contrario, ese gesto no sirve más que para que corra un puesto la lista de parados que esperan a trabajar en cualquier cosa y a cualquier precio. Retirar el dinero de una cuenta de Caja Madrid si sospechas que esa entidad invierte dinero en la producción de armamento no sirve de nada si luego es para meterlo en el Banco de Santander, es decir, para confiar en el humanitarismo de un sujeto como Emilio Botín. Y tampoco es buena idea esconder tu birria de sueldo debajo de una baldosa.

La verdadera cuestión moral es qué responsabilidad tenemos en que determinadas estructuras perduren y qué estaría en nuestra mano hacer para sustituirlas por otras. Es obvio que eso pasa por la acción política organizada y no por el voluntarismo moral que intenta inútilmente apartarse de la maquinaria del sistema. No es a fuerza de no mover las fichas o de moverlas lo menos posible como se consigue dejar de jugar al ajedrez, si eso es lo que se pretende. Para dejar de jugar al ajedrez y comenzar a jugar al parchís hay que cambiar de tablero. Si no, lo único que se logra es perder el juego, y el juego del ajedrez, no del parchís.

No sé si se capta el mensaje: vivimos en un mundo tan inmoral que no tiene soluciones morales, aquí no valen más que soluciones políticas y económicas muy radicales. Y la única cuestión moral relevante que todavía tenemos sobre la mesa es la de qué tendríamos la obligación de estar haciendo políticamente para que el mundo dejara de jugar en este tablero económico genocida. La cuestión no es la de si puedo beber menos coca cola o llamar menos por el móvil para participar lo menos posible en esta matanza. La cuestión es cómo y de qué manera atacar los centros de poder que la generan. Mi responsabilidad en la matanza no es la de llamar por el móvil. Mi responsabilidad es la de aceptar vivir en un mundo en el que llamar por el móvil tiene algo que ver no sé con qué guerras en el continente africano.

Es el mundo lo que es intolerable, no nosotros. Pero sí es intolerable que aceptemos de brazos cruzados un mundo intolerable. Es grotesca la indiferencia que ha habido en la reflexión ética de los medios académicos europeos y estadounidenses hacia el concepto de “pecado estructural” y, en general, respecto a toda la filosofía de la Teología de la Liberación. Se trataba de lo único interesante que parió el siglo XX en el campo de la ética, pero la Academia estaba demasiado ocupada en intentar comprender a Derrida y en hacer el payaso con el dilema del prisionero. Para ser justos, hay que recordar que mucho antes de que la Teología de la liberación planteara el problema, lo teníamos ya abordado con mucha contundencia en la historia de la filosofía por filósofos como Jean Paul Sartre o Bertolt Brecht.

Claro que Sartre no está tan de moda como Hannah Arendt, porque Sartre era comunista, así es que se le lee bastante poco actualmente. Sartre había explicado muy bien por qué la elección moral no tenía que ver con elegirnos buenos a nosotros mismos, sino con elegir un mundo bueno. Elegir ser bueno en un mundo en el que no se necesita pecar para vivir de la injusticia que se comete sobre los demás, es, sencillamente hacerte cómplice, no de un crimen, sino, como decía Anders, de “todo un sistema de crímenes”


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[1] Cahiers pour une morale, Editions Gallimard, Paris, 1983, pág. 11.
[2] Ratzinger, J. Libertatis nuntius Instrucción sobre algunos aspectos de la “teologia de la liberación” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 6 Agosto 1984) / “Presupuestos, problemas y desafíos de la Teología de la Liberación.” Paramillo 5 (1986): 574-580. También en La Segunda, Santiago de Chile, jueves 5 de enero de 1984, pp. 15-16; Tierra Nueva 49/50 (abril-julio 1984): 93-96 / 95-96. Edición digital preparada por Holly Ann Hughes. Marzo de 2004.
[3] El desánimo de Günther Anders respecto al pacifismo recuerda al de Dennis Meadows en el campo del ecologismo. Meadows, como se sabe, fue el coordinador del informe del Club de Roma sobre los Límites del crecimiento, el estudio que en 1972 daría el pistoletazo de salida al movimiento del ecologismo político. Mucho tiempo después, en una entrevista de 1989, al ser preguntado si aceptaría realizar hoy un estudio semejante, respondía: “Durante bastante tiempo he tratado ya de ser un evangelista global, y he tenido que aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido argumentar con un suicida una vez que ha saltado por la ventana” (Der Spiegel, nº 29, 1989, pág. 118.
[4] Günther Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, Besatari, Bilbao, 1995.
[5] Cfr., en castellano, Nosotros, los hijos de Eichmann y Más allá de los límites de la conciencia, Paidos. La obra más importante de Günther Anders es Die Antiquierheit des Menschen.
[6] La fiebre del coltan (Ramón Lobo, Diario El País, domingo, 2 de septiembre de 2001).
[7] Franz J. Hinkelammert (Berlín, 1931), economista y teólogo de la liberación, ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2005 del Ministerio de Cultura de la República Bolivariana de Venezuela, con su libro El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido, Euna, Costa Rica, 2005.
[8] Algunas referencias para el seguimiento del tema:
http://www.rebelion.or/noticia.php?id=43604
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43581
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=44188

[9] Quizá resulte interesante la siguiente entrevista con un comandante colombiano del ELN, guerrilla que se reclama heredera del pensamiento del sacerdote pionero de la teología de la liberación, Camilo Torres: Cuatro intelectuales españoles se reúnen con el Ejército de Liberación Nacional de Colombia (Santiago Alba, Carlos Fernández Liria, Belén Gopegui y Pascual Serrano entrevistan a Milton Hernández, comandante del ELN) Cfr.: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=9100

El desnivel prometeico

Günther Anders explica el insólito fenómeno de la tranquilidad de conciencia contemporánea aludiendo a lo que el llama “el desnivel prometeico”.

Es la idea de que, actualmente, somos capaces técnicamente de producir efectos desmesurados con acciones insignificantes.

Aprietas un botón y una bomba cae sobre Hiroshima y mata a 200.000 personas. La desproporción entre la acción y sus efectos es tan grande que la imaginación se desorienta. Es imposible, por otra parte, vivir emocionalmente la muerte de 200.000 personas. Los seres humanos estamos hechos para sentir la muerte de un ser querido, incluso de bastantes seres queridos y no queridos. Pero el número 200.000 no nos dice nada emocionalmente.

Hannah Arendt contaba que, durante su juicio en Jerusalén, el genocida Eichmann explicaba con naturalidad que su trabajo consistía en aligerar el ritmo de la cadena de exterminio de judíos. Así pues, desde su punto de vista, era un éxito laboral el que, gracias a ciertas mejoras técnicas en la rutina del exterminio, se lograra eliminar 25.000 personas al mes, en lugar de 20.000. Ahora bien, en una ocasión en que unos testigos le acusaron de haber estrangulado a un muchacho judío con sus propias manos, Eichmann perdió los estribos y se puso a gritar desesperado que eso era mentira, “que él nunca había matado a nadie”. Estrangular a una persona es insoportable para una conciencia moral normal, administrar la muerte de un millón de personas es pura rutina.”

Carlos Fernández Liria, extracto de su ponencia titulada “Los diez mandamientos y el siglo XXI”, publicada este mes en El Viejo Topo.

I love IU, recopilación sobre la masacre en Gaza

Àngels nos trae una recopilación de las entradas aparecidas en I Love IU referentes al ataque sionista contra la población de Gaza que ha costado la vida a más de 300 personas.

"Denúncia i Rebuig a la criminal agressió..."

Genocidio en Gaza

"Hay dos caras de Madrid..."

"Destruyamos el Estado de Israel"

"El sofriment del poble palestí"

"El genocidio que no cesa"

"Holocausto en Palestina"

"Video Gaza: el bombardeo visto desde dentro"

Contra el terrorismo de estado

"Que cese la violencia, ¿qué violencia?"

"Quienes no condenan el terrorismo"

"Ataque israelí a Hamas".

Contra la población Civil

Israel masacra Palestina"

"Israel=Estat naz(s)ionista"

"Nova masacre en la víspera dels Innocents"

"El sionismo es criminal"

"Israel vs.Palestina"

"Israel terrorista"

"Odio Israel"

"Amb Palestina al COR"

"Cayo Lara en la manifestación..."

"Holocausto en Gaza"

"El PC de Israel apuesta por el cese de la ofensiva militar en Gaza"

"Abandonar la consigna del Estado palestino independiente"

"Testimonios desde Gaza"

Entrevista a Inés Sabanés.

La próxima semana hará la selección de Lo Mejor de I Love IU Javier Mesonero, de Moscas en la Sopa

Abandonar la consigna del Estado palestino independiente

Continúo con el tema que inicié en “Urge un giro sudafricano al conflicto palestino-israelí”. Aunque los puntos principales en los que fundamento por qué apuesto por esta solución ya fueron plasmados allí, hoy querría profundizar un poco en ellos a través de la cita de una persona con conocimiento sobre el asunto:

El artículo más completo que he encontrado sobre la solución del Estado único es del francés Julien Salingue, “La fin du mythe de l'Etat palestinien indépendant”, que fue traducido por Caty R. y que se puede encontrar en la web del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. Recomiendo encarecidamente leerla íntegramente.

Aquí un extracto, en la que al autor se defiende de quienes acusan recurrentemente a la propuesta del Estado único de ser “poco realista” o “poco práctica”:

“Esa elección [la idea del Estado palestino independiente en Cisjordania y Gaza como una reivindicación más plausible frente a la comunidad internacional] tuvo dos consecuencias indirectas e indeseadas: popularizar la amalgama «cuestión palestina = Estado palestino» y dar a entender que se reunían las condiciones para encontrar un terreno de acuerdo con Israel en cuanto a una regulación global del conflicto. Pero en realidad los «dos Estados» de la OLP, y después de la Autoridad Palestina, nunca han sido los «dos Estados» de los dirigentes israelíes. La realidad sobre el terreno y las condiciones impuestas en las negociaciones no dejan lugar a dudas: de los acuerdos de Oslo al Plan Sharon, pasando por las propuestas de Barak en Camp David, para todos los primeros ministros israelíes, «el Estado palestino» nunca ha significado otra cosa que los cantones, y las negociaciones se utilizan, sobre todo, para asegurar la irreversibilidad de la situación sobre el terreno, aparentando al mismo tiempo que se busca un compromiso. (…)

Podemos preguntarnos qué «pragmatismo político» hay en pedir a Israel que se desplace, indemnice y realoje a casi 500.000 colonos; que abandone infraestructuras que le costaron, desde hace 30 años, más de 60.000 millones de dólares (sin contar el «Gran Jerusalén»); que acepte «devolver» Jerusalén Este a los Palestinos o que comparta la soberanía sobre el conjunto de la ciudad; que tolere en medio de su territorio una carretera que conecte Cisjordania y Gaza o, también, que renuncie al control de la frontera con Jordania (…) Podemos preguntarnos sobre el «realismo» de una consigna que ya no tiene base material: «Cisjordania» y «Jerusalén Este», son términos que actualmente sólo tienen un significado teórico, puesto que se refieren a entidades que ya no existen porque las ha fagocitado el Estado de Israel. Podemos preguntarnos también qué «realismo» se esconde tras un proyecto sin apoyo popular: en efecto, sobre todo no hay que confundir el apoyo a la vaga pretensión de un Estado independiente, asimilada por una mayoría de palestinos con la propia idea de la emancipación frente a la dominación de Israel, y cualquier adhesión de la población a un proceso negociado cuyo mayor éxito posible sería un «Estado» de saldo constituido por cantones bajo vigilancia israelí, la mitad de ellos habitados por refugiados en condiciones irregulares.

A la vista de las recientes y actuales dinámicas, la consigna del Estado único y democrático no es, en este sentido, menos «pragmática» o menos «realista» que la de los «dos Estados». Al contrario.

No es menos pragmática ya que, a fin de cuentas, no exige nada de más: el abandono del proyecto sionista de establecer un Estado judío. Muchos ex adeptos a la consigna del «Estado independiente como etapa previa al Estado único», actualmente reconocen la inutilidad de una etapa que mantiene la ilusión de «compromiso posible» entre la existencia del Estado judío y la satisfacción de los derechos nacionales del pueblo palestino, pero que para alcanzarlo ya necesita reunir las mismas condiciones políticas que las que se necesitan para el establecimiento del Estado único.

Tampoco es menos realista porque el Estado único ya existe, del Mediterráneo al Jordán y dotado, entre otras cosas, de un sistema económico único (desequilibrado pero unificado), una moneda única, infraestructuras comunes (carreteras, agua, electricidad…) y dos lenguas, el árabe y el hebreo, que ya son, oficialmente, las del Estado de Israel.

Y tampoco es menos realista porque la idea ya está en pleno desarrollo, cada vez tiene más partidarios dispuestos a defenderla, contribuye a reanimar notablemente el campo político palestino, que ha recuperado el debate, y encuentra un eco evidente y fácilmente comprensible entre los palestinos del 48. Podríamos ser testigos de nuevas dinámicas de estructuración y movilización de la población palestina y, por extensión, del movimiento de solidaridad, si la consigna desmovilizadora y surrealista, a la vista de las condiciones objetivas, «del Estado independiente y viable al final de un proceso negociado» se abandonase en favor de la exigencia de la igualdad derechos en un Estado único para todos los habitantes de la Palestina del Mandato.”

Urge un giro “sudafricano” al conflicto palestino-israelí

Decía Pannekoek que no existen los pueblos, sólo las clases. Aunque creo que su afirmación no es cierta, puede servirnos como recordatorio de que, más allá de la lucha entre pueblos, existe siempre una lucha entre clases. Y es seguramente en la resolución de las contradicciones de éste segundo tipo de enfrentamiento donde se haya la respuesta a las contradicciones entre pueblos.

Ayer leíamos la trágica noticia de la masacre que el Estado de Israel había cometido en Gaza, matando a más de 230 personas.

Previsiblemente esto hará que los cohetes hacia la parte israelí se multipliquen en busca de venganza. Sangre de civiles que no solo no logrará consumar revancha o satisfacción alguna, sino que dará aliento a quienes de muy buena gana perpetrarían masacres como la de ayer todos los días.

Ante este panorama se hace necesario vislumbrar que más allá de un conflicto entre pueblos existe un conflicto donde hay unas personas excluidas de sus derechos civiles (incluido el derecho, más que civil, a vivir en paz) y otras personas que las excluyen. Y es en ese conflicto en el que debemos buscar la solución a esta terrible situación.

Que se divulguen las palabras del Primer Ministro israelí Ehud Olmet, que decía que «si llega un día en el que la solución de dos Estados se viene abajo y nos vemos obligados a enfrentar una lucha de tipo sudafricano por la igualdad de derechos civiles (que incluya a los palestinos de los territorios ocupados), entonces, cuando llegue ese día, será el fin del Estado de Israel». Esta misma persona repetía en 2003 que «tenemos los días contados. Cada vez más palestinos ya no se interesan por una solución negociada de dos Estados, ya que desean cambiar la esencia del conflicto y pasar de un paradigma de tipo argelino a un paradigma de tipo sudafricano; de una lucha contra ‘la ocupación’, como dicen ellos, a un combate del tipo ‘un hombre = un voto’ que es, sin duda, una lucha mucho más clara, mucho más popular y, finalmente, mucho más poderosa»

Se hace necesario avanzar hacia un Estado laico de amplia tolerancia religiosa donde resolver las contradicciones existentes. Nadie hay más interesado en mantener la “consigna de los dos Estados” que los sionistas que ayer acabaron con la vida de más de 230 personas.

[Entrada relacionada en "El Hijo Rojo": Abandonar la consigna del Estado palestino independiente]

Algunas laicas tonterías

Vengo notando que entre algunos no creyentes se extiende la práctica de sustituir las tradicionales felicitaciones o fiestas de tipo religioso por otras de tipo “pagano”. La cosa sería “repaganizar” lo que un día fue pagano pero sobre lo cual que asentó una fiesta religiosa, por ejemplo el solsticio de invierto que fue convertido en Navidad cristiana.

Antes de opinar sobre esto, creo adecuado señalar que me parece genial que cada cual celebre aquello que le haga más feliz, siempre que se haga con el debido respeto a los demás. Si a alguien le hace feliz disfrazarse en Halloween en lugar de en Carnaval, o hacerlo los dos días o ninguno de los dos, o que los regalos se los traiga un Armadillo en lugar de Papa Noel, o éste en lugar de los Reyes Magos, o directamente no regalarse nada en estas fechas ¡me parece genial! Cada cual tiene que buscar su modo de ser feliz en la vida. A veces eso pasa por hacer felices a quienes te rodean, aunque ello suponga celebrar algunas cosas que no siempre son del agrado de uno.

Volviendo al tema: ¿supone algún avance laicista el celebrar, por ejemplo, el solsticio de invierno en lugar de la Navidad? Podríamos pensar que mientras que el solsticio nos es común a todos los humanos, la Navidad sólo lo sería a aquellos que participan de la celebración cristiana. Tal vez abogar por el solsticio tuvo algo de provocador en algún momento y pudo servir como protesta contra el trato preferente que social e institucionalmente goza la Navidad…si algo de provocador tuvo, creo que lo ha perdido.

Personalmente el hacer apología del solsticio de invierno me parece ridículo. Sí, el solsticio supone que el Sol llega a uno de sus trópicos, y en el hemisferio norte las horas de luz empiezan a aumentar, mientras que en el hemisferio sur pasa todo lo contrario. ¿Es más laico rendirle culto a un fenómeno físico que a uno místico? Convertir la ciencia (sea la astrología, la física o las matemáticas) en algo místico no me parece nada progresista, más bien todo lo contrario. No creo que rendirle culto a la “ley de la gravedad” o a un “fenotipo recesivo” sea un avance con respecto a celebrar el día en el que nació un tipo. Parejos se andan.

Paganizar la Navidad más de lo que ya está paganizada se me antoja complicado. Y el mérito creo que no es del movimiento laicista: el Corte Inglés se nos adelantó. A la sociedad de consumo actual le debemos que la Navidad sea lo que actualmente conocemos: un tiempo donde la gente con suerte goza de unos días de vacaciones, donde quienes tienen la oportunidad se reúnen con sus familias y cenan juntos y si el bolsillo los permite se hacen unos regalos.

Celebrar el solsticio en lugar de la Navidad es cambiar un rebaño de ovejas muy numeroso por otro menos numeroso. Ante dos cosas irracionales (una fiesta basada en el culto a un fenómeno astrológico u otra basada en el nacimiento de un ser con superpoderes -Jesucristo-) me quedo con la que se inspira en el tipo con superpoderes, porque ya de hacer algo irracional mola meterse en la irracionalidad hasta el fondo. Celebrar el solsticio es como disfrazarse en Carnaval a medias. Ya que alguien se disfraza o participa en un culto irracional, creo que es conveniente implicarse bien. Ya puestos a hacer el chorras…

Lo mejor de I Love IU por Altersocialismo

Esta semana la recopilación viene de la mano de Amei, de Altersocialismo. En su blog encontraréis la selección completa, aquí os adelanto el índice de entradas escogidas:

Cayo y una ejecutiva con mandato (III Republica)

IU: el termómetro de la lealtad (A sueldo de Moscú)

El Parlament Europeu tomba la Directiva del Temps de Treball

Ciudadanos, esos intrusos indeseables en la construcción de la UE

Proyecto de Ley de garantía del derecho ciudadano a una vivienda digna

Taparse las vergüenzas

El ministro de hincultura y lo antipopular

Pan para hoy y… ¿para mañana?

La ilógica injusticia del Fondo Estatal de Inversión Local

El nuevo Proletariado del siglo XXI

Y la semana que viene le toca a Javier Martínez Serra, “De la chispa surgirá la llama

Ciudadanos, esos intrusos indeseables en la construcción de la UE

El Tratado de Lisboa resucita. El TCE, como la vida en Jurassic Park, se iba a abrir camino como fuera.

Me veo obligado a repetirme: la guerra contra el Tratado Constitucional Europeo era una guerra que no se podía ganar. Había un plan B para sacar adelante el plan A, y como en el plan B Irlanda (el único -¡único- país que lo sometió a referéndum) les salió rana, tuvieron que diseñar un plan C.

A los poderes europeos no les importa ser menos legítimos mientras estén más cómodos. Además son bastante descarados: Giscard d'Estaing, redactor del Tratado Constitucional, afirmó que el Tratado de Lisboa es lo mismo pero “más digerible” gracias a los “cambios cosméticos” que se habían producido.

Conviene recordar que para convencer a los más euroescépticos se decía que aquello del Tratado Constitucional no era una Constitución en su sentido jurídico, que era un simple tratado, como los anteriores, que lo que hacía era poco más que reunificar el acervo legislativo anterior…y las pusieron a votación. Recientemente para no ponerlo a votación esgrimieron que no es necesario porque, a diferencia del otro, esto no es una Constitución. ¿Cuándo mentían…cuando el referéndum, cuando el no-referéndum, o es que han estado mintiendo todo el rato…?

¿Cómo se sentirá ante esto un ciudadano francés que votó “no”, siendo su opción la mayoritaria? Qué forma de ser ninguneados…nunca a los ciudadanos se les ha hecho saber tan abiertamente su condición de intrusos y de indeseables en la construcción europea.

La construcción “intergubernamental” que ha marcado desde el inicio el proceso de construcción europea ha vuelto a campar a sus anchas. La discusión pública del nuevo proyecto de Tratado fue prácticamente nula. Pierden legitimidad pero ganan en tranquilidad.

Ha pasado ya medio siglo del Tratado de Roma del 57, y actualmente los órganos que disponen de más poder en la UE siguen siendo los menos representativos y los que menos controles tienen: el Consejo, la Comisión, el Tribunal de Justicia o el Banco Central Europeo.

El único órgano representativo –el Parlamento– conserva capacidad de veto, pero continúa sin ser un auténtico legislador y ocupando un papel subalterno en el conjunto del aparato institucional.

Revisando qué se había publicado en su día sobre la firma del Tratado por parte de los Jefes de Estado me encontré en la página de Pascual Serrano dos titulares sincerísimos:

En El Mundo se afirmaba que “ningún Gobierno desea exponerse a los referendos” y en El País señalaban que “la posible convocatoria de un referéndum para su ratificación en el Reino Unido se presenta ahora como el nuevo escollo más serio”.

Finalmente como sabemos en el Reino Unido se votó en la cámara en contra de celebrar el referéndum a pesar de que el Partido Conservador, desde la oposición, estaba por ello.

Es cuanto menos curioso, para acabar ésta primera reflexión, que los principios democráticos no paran de ser invocados en todos los tratados. Siempre aparecen plasmados en el enunciado legal.

La segunda reflexión que me suscita esta “resurrección” del Tratado de Lisboa es de autocrítica a la izquierda, porque a pesar del muro mediático que se ha levantado sobre el tema, es difícil explicar que la campaña contra el Tratado no haya cristalizado en una verdadera ola de protestas que pudieran incidir en las elecciones políticas de los diferentes países.

No hemos logrado movilizar. El tema del Tratado debería haber podido ser puesto sobre la mesa a pesar del bloqueo informativo.

Es verdad que el panorama es difícil, el tema de apelar al “europeísmo” como superación del pasado y como promesa de bienestar ha conducido a una aceptación acrítica del proceso de integración. Aunque el mito ha comenzado a perder fuelle, y más con la crisis. La elevadísima abstención –un 56%– en el último referéndum sobre el Tratado constitucional es, junto a los votos negativos y nulos, una señal que no debería minusvalorarse.

No hemos logrado pasar a la ofensiva tras el momento dulce del “no” francés y holandés.

El papel que han tenido las direcciones de los sindicatos mayoritarios europeos ha sido desastroso, y ha agravado la incapacidad del movimiento obrero europeo para formular una alternativa de sociedad. Sólo se han movido tímidamente con el tema de las 65 horas, y yo que he participado de esas protestas puedo decir que se estaba “por compromiso”: fueron poco más que arrastrados a esas movilizaciones, no fue una lucha cogida de forma entusiasta por los sindicatos mayoritarios, como debiera haber sido.

Tal vez tengamos que pasar un buen tiempo en el esfuerzo de acumular fuerzas y de unir a todos los que nos oponemos a la Europa neoliberal…hay dos puntos a examinar: primero la posibilidad de superar las diferencias sobre esa “otra Europa” que queremos y poder plantear un modelo unitario y factible; segundo, aunque no seamos capaces de esa unión en el proyecto, que podamos converger en torno a ciertas campañas o reivindicaciones comunes. Pero se me antoja difícil hacerlo sin contar con los sindicatos mayoritarios.

El tercer punto que hay que recalcar (aunque esta entrada se me esté alargando demasiado) es el referido al modelo económico que marca el Tratado que ahora resucita, muy en la línea de sus predecesores. Está cristalizándose la idea de que se va hacia un modelo de la llamada “flexiguridad”. Ahora con la crisis el concepto se ha abandonado léxicamente, cuando el paro se frene volverán a la carga recordándonos sus beneficios.

Esto de la “flexiguridad” en teoría se define como la combinación de más flexibilidad en los contratos y en los despidos para el empresario por un lado, y con más seguridad para la gente trabajadora, concretada en más formación (que posibilitaría el acceso a nuevos trabajos al tiempo que aumenta la competitividad) y más ayudas estatales en forma de subsidios de paro, para poder cambiar de trabajo sin traumas.

Escrita sobre el papel la "flexiseguridad" puede resultar atractiva a mucha gente. Teóricamente respeta la ideología imperante neoliberal y competitiva, pero liberándola de sus principales males: la precariedad en el trabajo, el paro, la desprotección social...

Pero examinándola detenidamente vemos como es una construcción ideológica hecha para desorientar. ¿Como se podría combatir la “inseguridad” en un mercado de trabajo en el cual el despido sea libre y barato para el empresario? Sólo dotando a la gente trabajadora de subsidios de paro largos y bien pagados (en Dinamarca, paradigma de la "flexiseguridad", son de del orden de 4 años con el 90% del salario), manteniendo y reforzando unos servicios públicos de calidad y asegurando una “formación” adecuada de la mano de obra trabajadora, que posibilitara su “reciclaje” laboral.

Pero claro, ¿de dónde pueden salir los recursos para desarrollar una política laboral y social de estas características? Obviamente, si los empresarios despiden libremente y de manera barata, sólo una fiscalidad adecuada puede dotar al estado de los amplios recursos necesarios para sufragar las pensiones de paro, los servicios públicos y los programas de formación profesional.

Pero justamente esta fiscalidad avanzada, que debería recaer sobre la clase empresarial, sobre los que más ganan, es uno de los objetivos a destruir por el neoliberalismo, obsesionado por la reducción del gasto público y de los impuestos.

¿Entonces, si los empresarios no pagan la protección de la gente trabajadora, quien la paga? Insostenible. En definitiva: sí habrá “flexi”, pero la “seguridad” se quedará únicamente escrita en los papeles (recordemos los no tan lejanos casos de Viking y Laval-Vaxholm)

Si has llegado leyendo hasta el final, eres un seguidor de El Hijo Rojo como Marx manda ;-)

PD.: ¿Porqué ciudades tan encantadoras como Bolonia y Lisboa tienen que ser usadas para dar nombre a cosas tan grotescas? Deberían darles nombres más “burgueses”, tipo “el Plan del West End londinense” ó “el Tratado del Barrio de Salamanca”.

Ahora lo entiendo todo: ganar me acojona

Tanto tiempo preguntándome por qué estaba siempre en las posiciones minoritarias, tantas horas dedicadas a cuestionarme acerca de por qué era un crítico allá donde fuera…y hoy he visto la luz.

El Parlamento de la Unión Europea ha tumbado la directiva sobre el tiempo de trabajo, las famosas 65 horas. Todos están alegres. Yo estoy, lo confieso, acojonado. Derrota tras derrota, hostiazo tras hostiazo...y, al final, una victoria.

¿Cómo? ¿Por qué? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué cuando miramos al techo abrimos la boca? ¿Recuperará Plutón la categoría de planeta? ¿Por qué cuando has leído lo de “por qué cuando miramos al techo abrimos la boca” has mirado al techo para comprobarlo? ¿Cómo es posible que se ganara esa votación?

Sí, sí, llamadme conspiranoico…pero tengo miedito. Unos señores que cuando algún país vota “no” dicen que hay que seguir votando hasta que salga “sí”, ahora se posicionan mayoritariamente en contra de una directiva que incluso muchos de los que ahora votan en contra habían avalado.

No sé, ganar me sienta fatal, sobre todo cuando no entiendo la victoria. Ahora entiendo porqué soy crítico: así me expongo a esta fatalidad poco a menudo.

Buffet, reelegida para un cuarto mandato al frente del PCF

Marie-George Buffet, de 59 años, fue reelegida el domingo con un 67,72% de los votos para un cuarto mandato como líder del Partido Comunista Francés, después de la votación de unos 800 delegados que se reunieron en La Defense desde el jueves con ocasión de 34 º Congreso del Partido.

El partido será gestionado por una dirección colegiada, que será nombrada el miércoles por el nuevo Consejo Nacional.

Tres listas se enfrentaron a la de Buffet:

Marie-Pierre Vieu, de 40 años, con el apoyo de la "unidad comunista", obtuvo 16,38% de los votos y participará en el Consejo Nacional.

André Gerin, que fue rechazado como miembro de la lista de Buffet, obtuvo el 10,26%.

Nicolas Marchand logró el 5,62%.

Lo mejor de la semana en I Love IU

Ya está aquí el resumen de la semana de Lo Mejor de I Love IU. Viene de la mano del compañero Kabila. Aquí tenéis los seleccionados:
  1. Idiota en Brobdingnag
  2. Enchufe
  3. Antonio Rodríguez
  4. Acero Bolchevique
  5. Soto en Cameros
  6. Ángels
  7. Romenauer
  8. Ceronegativo
  9. Raúl Montero en el blog de Saiza.
  10. El Observador Sarcástico.

La semana que viene le toca a Amei, de Altersocialismo.

Californication 2x12, "La Petite Mort"


Una semana más os traigo en descarga directa el episodio de Californication. Hoy toca el 2x12 (o S02E12, ó 212, que también se dice). Aquí el capítulo "La Petite Mort ", en 3 links intercambiables:
1, 2 y 3 ó 1, 2 y 3 ó 1, 2 y 3.

Y aquí aparecerán los subtítulos.

Retrasando cualquier renovación 18 meses más

Izquierda Unida ya tiene dirección. Cayo Lara ha sido elegido coordinador con 92 votos para su candidatura, 29 para la de Joan Josep Nuet y 46 votos en blanco

La dirección ha sido aprobada con 89 votos a favor, 21 en contra y 34 en blanco.

La coordinación interna es para Joan Josep Nuet, la coordinación institucional para Rosa Aguilar, la coordinación de elaboración y propuesta programática para Marga Ferré, la coordinación internacional para Willy Meyer y la coordinación territorial y de sostenibilidad para Pablo Prieto.
Algunos nombres destacados en las secretarías: Ángel Pérez ocupará la secretaría de comunicación externa y electoral, Miguel Reneses la secretaría de área interna, y Enrique Santiago la secretaría de refundación.

¿Cómo he podido enterarme de esto al minuto? Gracias al excelente trabajo de varios compañeros de I Love IU, especialmente Ceronegativo y R. Hortaleza, enviados especiales al Consejo Político Federal, que a través de twitter, sus blogs y el youtube nos van contando todo lo que allí va sucediendo, y que se recopila aquí.

Giro inesperado: Pepiño fue el héroe de Bombay

En un sorprendente giro del guión, José Blanco, vicesecretario general del PSOE, se autonombra auténtico héroe de la catástrofe de Bombay.

En su blog, Pepiño da a conocer una carta anónima de agradecimiento que le envía un “altro representante” de la delegación española en Bombay: “Estoy seguro que su buen hacer y diligencia han contribuido a que tanto nosotros, como los demás españoles que se encontraban en esa ciudad, hayan regresado con bien de tan triste experiencia”.

En el estremecedor documento en el que se revela la identidad heroica que gestionó una salida segura de los españoles, Pepiño contrapone su valiente, esforzada, homérica, arrojada, decidida y audaz actitud, a aquellos otros que decidieron poner pies en polvorosa.

Pepiño dice que “esta persona [quien mandó la carta], como otros miembros de la delegación, saben quienes fueron los primeros en movilizarse y cómo; quién comunicó con algunos de ellos en los primeros momentos de confusión y pánico; quién escuchó sus demandas y quién realizó gestiones, al más alto nivel, para ofrecerles todo el apoyo que, inmediatamente, se materializó con la movilización de los representantes de la administración española a distintos niveles y de medios a su disposición”. Fue él. Él lo hizo.

Hay, compañeros, ciertas emociones que no pueden ser expresadas en la lengua patria…por eso, recurriendo al idioma de la Pérfida Albión, sólo me queda gritar:

IN PEPIÑO WE TRUST.

Bolonia: qué salsa tan rica, qué ciudad tan bonita, y qué Plan tan malo

Hace unos días me invitaron a que hiciera de ponente en una conferencia sobre el Plan Bolonia. Sería una charla donde en teoría habría ponentes a favor, escépticos y otros en contra. Al final la conferencia se convirtió casi en encerrona, porque era el único opositor frontal a Bolonia de toda la sala, público incluido (debido a que los asistentes al acto eran básicamente de la línea ideológica de los organizadores del evento).

Aún así creo que defendí decentemente la postura que la mayoría de la izquierda radical tiene en este tema.

Reciclo el guión de mi intervención y lo convierto en entra del blog, por si os fuera de alguna utilidad. Apenas hay contenidos propios aportados por mí, la mayoría se lo debo a los dossiers que se pueden encontrar en la web “noabolonia.org” y a la serie de entradas que el compañero Borja Llorente ha dedicado al Plan Bolonia en su blog, y que os recomiendo que leáis.

Al grano:

Decía Javier Ortiz que el hecho de que antes el Ministerio de Defensa se llamase Ministerio de la Guerra no lo hacía mejor...pero sí más sincero.

En eso de la sinceridad yo creo que se va avanzando. Ahora las competencias de gestión de la Universidad ya no dependen del Ministerio de Educación…sino del de Ciencia, Innovación y Tecnología, liderado por Cristina Garmendia, que proviene de la junta directiva de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).

Me temo que ésta es toda una declaración de intenciones de por dónde transitarán los destinos de la nueva Universidad.

Cuando alguna organización que se opuso en su día a la directiva bolkestein nos pregunta a los comunistas por qué nos oponemos al Proceso de Bolonia, les podríamos decir que escriban en un papel las razones por las que se oponían a la bolkestein, y luego que le cambien el título a la hoja y la titulen “razones para oponerse a Bolonia”. Y es que el Plan Bolonia no es más que la “trasposición” de la directiva bolkestein a la Universidad…porque desde la perspectiva neoliberal ésta no deja de ser un servicio más.

La ofensiva neoliberal es un poliedro, y sus caras son el Plan Bolonia, la directiva bolkestein, el “modelo Alzira” de gestión de la Sanidad (el Hospital de Alzira en Valencia, fue el primer experimento de gestión privada de un hospital público, modelo que no para de extenderse en nuestro país).

En España, el primer efecto del Plan Bolonia fue el encargo hecho por la Conferencia de Rectores a Josep María Bricall del “Informe Universidad 2000” (que posteriormente sería más conocido como el “Informe Bricall”). El coste del informe fue íntegramente pagado por empresas privadas. Ya saben que la empresa privada “donde paga, caga”.

A pesar de que nadie ni siquiera se molestaría en leerse un “Informe sobre el estado de los albergues municipales” hecha por la Cadena Hotelera Meliá, en la Universidad todo vale, y el Informe Bricall fue asumido como propio por las Universidades españolas.

En el Informe se emplea un lenguaje farragoso tratando de convertir a este documento de 486 páginas en un texto difícil de digerir para los estudiantes.

El “Informe Universidad 2000” llega a la conclusión de que los resultados que revierten en la sociedad son ínfimos para el dinero que se invierte. El problema estriba en que para el informe la sociedad equivale a las grandes empresas, con lo cual, lo que el informe plantea es que la Universidad actual no produce los resultados que los grandes empresarios demandan.

Son éstos los que deben marcar las necesidades que la Universidad debe cubrir. Para ello se deberá establecer un nuevo esquema de relaciones entre las empresas, la Administración Pública y los centros de investigación y formación superior, de forma que la investigación universitaria siga las directrices marcadas por el mundo empresarial, proponiendo incluso que las empresas se instalen en los propios campus y que éstas puedan explotar las oportunidades tecnológicas que ofrecen los equipamientos universitarios. De este modo, se deberán (y cito textualmente) valorar más los resultados económicos que la formación teórica en la investigación superior.

Juan Vázquez, el que era rector de la Universidad de Oviedo y presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas señaló en EL PAÍS que “hoy estamos viviendo el problema de la ‘sobrepreparación’ sin salidas”. El Informe Bricall planteaba lo mismo que luego defendería Juan Vázquez:

Traducido al “cristiano” el discurso de la “sobrepreparación” quiere decir que estamos en una situación inflaccionaria –de títulos- y que es urgente una política restrictiva: hay que frenar la velocidad a la que giran las máquinas de hacer billetes, intervenir el mercado financiero, encarecer el dinero, esto es, los títulos. O bien, por ejemplo, proceder a una devaluación oficial, incluso al desenchufe de los títulos como credenciales para la ocupación de puestos en el sistema productivo.

El Informe plantea subir los precios para cortar el acceso a un sector de población que ahora puede estudiar.

A falta de controlar el caos del sistema productivo, hay que adaptarse a él mercantilizando y elitizando la educación superior.

El artículo 4.4.6 del Plan Estratégico 2005-2010 de la Universidad de Oviedo establece la “imputación progresiva de costes reales a usuarios finales”.

La Conferencia de Rectores plantea un aumento de las becas, lo que no tiene porque suponer un aumento del gasto público si se reduce lo suficiente el número de alumnos, pero además introducen la figura de las becas-préstamos para el segundo ciclo donde el 75 % de las becas pasarían a ser préstamos que deberían ser devueltos por el estudiante cuando trabaje, con un interés prácticamente nulo durante los años de estudio y superiores una vez terminados estos.

Pero además se fijan criterios de viabilidad para estos préstamos, de forma que primarán las ayudas a los alumnos que tengan más posibilidades de devolverlas, con lo que volvemos a privilegiar a los alumnos que se supone que tienen un mejor futuro laboral, ya que estos tendrán más posibilidades de cumplir sus compromisos.

Éste modelo de educación superior claramente usamericano nos lleva a un modelo de universidad dual, como ya sucede en Estados Unidos:

-Por un lado una concesiva universidad de masas, que le rinde tributo a la justicia, discutiendo sobre la calidad de la enseñanza, dispensando diplomas desvalorizados, y sostenida como un servicio público.

- Por el otro, una exigente universidad de minorías que se reserva una clientela de calidad social garantizada; otorgando títulos de alta cotización; conectada a la producción y tendiendo puentes a la empresa privada.

Y es que para poder convertir al mundo de la enseñanza superior en un mercado en toda regla se necesitan dos presupuestos que Bolonia otorga:

• Las universidades deben gozar de autonomía académica, organizativa y financiera para poder ofrecer distintos productos a distintos niveles de calidad y precio de modo que los clientes puedan elegir. Los productos –las titulaciones- deben homologarse de acuerdo a unos mínimos para que los proveedores puedan ofrecer productos estandarizados.

• Es necesario establecer un marco que regule el mercado (Espacio Europeo de Educación Superior), estableciendo los límites y alcance del mercado (distrito abierto) y que permita que los clientes puedan elegir entre las distintas ofertas.

Una vez entre en funcionamiento el nuevo sistema de gestión universitaria será la demanda de los clientes la que determine qué universidades y qué titulaciones deben recibir más dinero público y cuáles menos. Como quién paga manda, las empresas que ejerzan mecenazgos en las distintas universidades podrán incidir en la configuración de las titulaciones y en la docencia.

El artículo 1.3.1 .D del Plan Estratégico 2005-2010 de la Universidad de Oviedo plantea “acuerdos de colaboración con instituciones, organismos públicos y privados, empresas o industrias para el desarrollo de master, incorporando profesionales en la docencia”.

Por cierto, hablando del terrorífico Informe Bricall y de los mecenazgos de las empresas privadas:

LA VOZ DE ASTURIAS (8/4/2005) “Para celebrar su décimo aniversario, la Conferencia de Rectores de Universidades Españoles entregará, además, las dos primeras medallas de honor de su historia al profesor Josep María Bricall, director del informe Universidad 2000, y al presidente del BSCH, Emilio Botín, por su "mecenazgo ejemplar".

Como decía al principio, en el tema de la sinceridad van mejorando…¿no da miedo?

En lo relativo a los planes de estudios, el Plan Bolonia establece el Master y el Doctorado como formación especializada (Posgrado). La experiencia de todos los países de Europa en los que ya se han aplicado estas reformas nos demuestra que estas titulaciones tienen precios prohibitivos que sólo unos pocos podrán pagar (máxime cuando las becas sean préstamos y los estudios una arriesgada inversión).

Sabemos que no seremos una excepción a la norma europea gracias a la experiencias piloto en la Autónoma de Barcelona y en la Pablo Olavide.

Si que decir tiene que sólo existirán los Grados y los Posgrados que le interesen al mercado laboral, ya que se subordina su financiación a la obtención previa de fuentes de financiación privadas (en vez de financiarse públicamente precisamente por no tener fuentes de financiación privadas).

Se ha renunciado oficialmente a ese sueño romántico de cambiar la sociedad desde la educación…ahora lo que toca es cambiar la educación desde el mercado.

En definitiva, el Espacio Europeo de Educación Superior no pretende un cambio educativo para mejorar la calidad de la enseñanza, sino poner ésta al servicio de las empresas, ajustando a lo que ellas entienden por “calidad” educativa. Será una sociedad del desconocimiento, eso sí, con unos universitarios muy productivos y dóciles, que se adapten con mayor facilidad a la precariedad que les espera.

La oscura figura del crímen

Los sociólogos se refieren a la diferencia entre el nivel oficial de crímenes y la totalidad de crímenes que se cometen como “la oscura figura” del crimen. Para que un crimen sea reconocido como tal tienen que darse al menos tres supuestos:

1- Alguien tiene que conocer que un crimen se está cometiendo.

2- El crimen debe de ser comunicado a las autoridades.

3- La policía u otra administración debe aceptar que la ley ha sido violada.

Aquí tenemos un vídeo denuncia contra la "oscura figura" en los abusos sexuales a menores.

(Gracias a Lazarov, vía El blog de los horrores)

El enésimo retorno de los vampiros: cochinazos y castísimos, para todos los gustos

Cada cierto tiempo vuelve a ponerse de moda la temática vampírica. El público al que se dirigen las películas y libros de vampiros es fundamentalmente a los adolescentes, quienes suelen sentirse atraídos por todo lo relacionado con la muerte, la sangre, la oscuridad y el sexo con macizorros blanquecinos con colmillos largos. Prueba de ello son la cantidad de tribus urbanas adolescentes que son de estética proto-vampírica en mayor o menor medida (desde los heavys hasta los góticos pasando por los emo).

He de confesar que a mi los personajes vampiros me caen mal por lo general. Su rollo místico y sabiondón les suele hacer parecer pedantes insufribles. Creo que a una persona que ha vivido cientos de años el ir de listilla le habría cansado a los ochenta o noventa años de existencia: intuyo que llega un punto en el que ir de intelectual cansa y uno prefiere llevar una existencia menos engreída y jactanciosa. La gente realmente sabia no suele ser vanidosa o estirada, sino todo lo contrario.

El único vampiro que me cae majete es Louis de “Entrevista con el vampiro”, y eso porque es en cierta manera un anti-vampiro: está harto de la inmortalidad, tiene una depresión crónica y no es un ser apasionado (su falta de pasiones es lo que le permite adaptarse bien al paso de los tiempos: no se encapricha con ningún modo de vida especial, los aborrece todos por igual). Louis es tímido, humilde y seguro que cuenta chistes a lo Eugenio, sin reírse.

Actualmente el nuevo asalto del vampirismo a la primera plana de actualidad lo están liderando dos productos: una película que pronto se convertirá en saga (“Crepúsculo”), y una serie (“True Blood”).

“Crepúsculo” no para de ser comparada con “Harry Potter”, y no sin razón: ambas películas tenían un éxito asegurado en cuanto venían de novelas para público joven que habían vendido millones de ejemplares. El “fenómeno fan” les precedía. Además tanto “Crepúsculo” como “Harry Potter” son “sexualmente aptas” para los más peques. Son algo oscuras pero muy “light” a la vez (no en vano la escritora de "Crepúsculo" es mormona y en sus novelas se refleja lo de "mira pero no toques, toca pero no pruebes, prueba pero no saborees" -en la portada de la primera novela sale...¡una manzana prohibida!...más obvia y explota-)

“True Blood” se vende como la última obra de Alan Ball, guionista de “American Beauty” y creador de la excelentísima serie “A dos metros bajo tierra”. La serie tiene un buen planteamiento: una sociedad donde los vampiros son una raza más de civiles (con su propio lobby y su partido político). Han salido a la luz al no necesitar morder más a la gente porque compran sangre artificial embotellada (una especie de cerveza llamada “True Blood”). Todo esto visto desde la perspectiva “paleta” de la América profunda, que es donde se desarrolla la serie.
Ha visto sólo un par de capítulos y es pronto para juzgar el producto, pero ya puedo decir que la serie no tiene el espectacular arranque de “A dos metros bajo tierra” ni la originalidad estética de “American Beatuy”. Como la idea de la serie me parece buena, habrá que darle una oportunidad.

Lo mejor de la semana en I Love IU (XV)

La selección de ésta semana la ha llevado a cabo Viramundeando. Los elegidos han sido:

El lunes: José Luis.

El martes: Hugo.

El miércoles: Mariasun.

El jueves: Ángels

El viernes: Basseta, Ventanas de Falcón, Checo, y Burón

El sábado: Rafa.

El domingo: Liber.

La próxima semana la toca hacer la selección al compañero Kabila.

Californication 2x11


Una semana más os traigo en descarga directa el episodio de Californication. Hoy toca el 2x11 (o S02E11, ó 211, que también se dice). Aquí el capítulo, "Blues From Laurel Canyon", en 3 links intercambiables: 1, 2 y 3 ó 1, 2 y 3 ó 1, 2 y 3.

Y aquí aparecerán los subtítulos.

Botellón, rock’n’roll y cuestión nacional

La muchachada de hoy en día no se divierte como antaño: ahora que si el botellón, que si conciertos, que si consolas, que si ir a Madrid a una conferencia de cuestión nacional y migraciones…bueno, esto último sólo algunos, he de admitirlo. Yo entre ellos. Éste fin de semana se celebrará en la capital del imperio la “Conferencia sobre cuestión nacional y migraciones” de la Unión de Juventudes Comunistas de España.

Así que aunque suelo actualizar el blog los fines de semana, éste no podré hacerlo. Mis compañero ceronegativo y Rafa Hortaleza se quedarán sin la correspondiente entrada sobre “Lenin y el empirocriticismo” (temática por la que es público y notorio que se desviven y que constituye una de sus grandes pasiones). Me disculpo pues.

Iba en la lista asturiana de la Conferencia como suplente, pero mis planes de envenenar levemente a un camarada que me precedía han dado sus frutos y estaré en Madrid mañana y pasado. Si todo sale bien, la UJCE saldrá de la Conferencia con un buen documento que marque nuestra postura sobre materias tan importante en éstos días como son la cuestión nacional y las migraciones. El primer tema lo tenemos todos los día hasta en la sopa (el conflicto vasco, la financiación autonómica y el modelo de Estado, Palestina, el Sáhara Occidental, Kurdistán, Kosovo, Santa Cruz…). El segundo, las migraciones, es uno de los ejes principales sobre los que se hace política: unos utilizando la migración como colectivo sobre el que descargar culpas, otros intentando avanzar hacia políticas migratorias más humanas…

Siempre es bueno y saludable hacer reflexiones políticas juntos, pero más si cabe en éstos días de ombliguismo y fontanería generalizada en la izquierda. Intentar estar en la vanguardia de las reivindicaciones de la clase trabajadora exige un esfuerzo grande que nos permita dotarnos permanentemente de armas que con las que poder enfrentarnos al discurso hegemónico. En esto estamos en la UJCE. ¡Aquí no se rinde nadie, carajo!

Star Wars: unión de Iglesia y Estado...y sus trágicas consecuencias

Toda persona que no haya visto la saga de películas de Star Wars merecería ser azotada hasta que le escociera. El compañero Victor Casco ha demostrado con su entrada que él se libraría de tan terrible pena.
Como El Hijo Rojo es un blog ecléctico, siempre dispuesto a conciliar folklore popular y análisis bolchevique, hoy vamos a diseccionar brevemente…la relación Iglesia-Estado en Star Wars y sus terribles consecuencias.

La República Galáctica de los momentos previos a su caída y conversión en Imperio, se nos presenta como una sociedad donde gobierna al menos la democracia formal. El Senado recoge a los representantes de los sistemas que forman parte de la República, aunque no se explicita que dichos representantes hayan sido elegidos de forma democrática en sus respectivos planetas. Más bien parece, por la existencia de monarquías y formas de gobierno autoritarias, que dicha democracia en las partes no es requerida. La elección del Canciller Supremo, que se realiza por votación de los representantes planetarios, incurriría en una ilegitimidad notable.

El Senado Galáctico sería una suerte de ONU (donde no se meten las narices en los asuntos de cada planeta…aunque éstos asuntos sean tan graves como el esclavismo*) con capacidad legislativa real y que elegiría a un gobierno con auténtico poder ejecutivo.

Pese a eso, la República Galáctica parece una federación donde si tienes algo de suerte en donde naces se puede vivir de forma pacífica y civilizada. Parecería que ya han tenido, al menos de forma general, un periodo similar al de las “revoluciones burguesas”, y que el absolutismo ha sido desterrado de las más altas formas de gobierno.

El planeta que se presenta como el máximo exponente de las virtudes republicanas es Naboo. Aquí existe un Jefe de Gobierno que, aunque recibe el nombre de monarca (en las películas se nos muestra a la Reina Padmé Amidala primero, y a la Reina Jamilia después), se elige de forma democrática y con limitación temporal en el cargo (se dice que Amidala se retiraba porque había agotado sus dos mandatos).

Los naboo son un pueblo pacífico y de fuertes convicciones. Fueron de los pocos planetas que nunca llegaron a plegarse ante los planes de Palpatine. Son célebres las palabras de Amidala ante el Senado en el momento en el que Palpatine era elegido dictador: “Así es como muere la libertad, con un aplauso estruendoso”.

En el momento en el que transcurre el Episodio I, la República lleva mil años en paz. Tanto es así que no tiene ejército: el uso de la fuerza militar recae sobre los Jedi, una orden religiosa no teísta que tiene gran peso dentro de la estructura política de la República.

Los Jedi se organizan de forma paralela a la República, y tienen su órgano de gobierno supremo, el Consejo Jedi.

El dejar el uso de la fuerza en manos de los Jedi se muestra primero insuficiente (los Jedi no eran capaces de vencer solos al ejército de la Confederación de Sistemas Independientes, por lo que ha de recurrirse a los clones) y luego como algo peligroso: se pone a los Jedi al mando del ejército de clones. Una orden religiosa pasa de un día a otro de ser unas “fuerzas de mediación y paz”, a ser los comandantes del ejército republicano.

El tremendo poder militar de los Jedi sirvió como excusa para que el Senado concediera los poderes máximos a Palapatine, pues los senadores estaban temerosos de una conjura de aquellos. Había miedo a ser traicionados por los Jedi. Unos curas al frente de un ejército no da muy buen rollo, y Palpatine se aprovechó de ello. Eso sí, las razones para ejecutar la Orden 66 fueron más burdas que lo de las armas de destrucción masiva en Irak.

Viendo la cantidad de Jedis que salen “rana”, y con la cantidad de soldados y material bélico que se había puesto a su disposición, se me antoja probable que de no haberse investido emperador Palpatine, algún otro Jedi rebotado se habría convertido en el Francisco Franco galáctico al grito de “¡Una, Grande y Libre!”.

*Procedo a corregir éste punto pues me señala Óscar que "en la República no hay esclavitud. Tatooine es un planeta del borde exterior, no federado, donde no rigen las leyes de la República. Lo dicen en el Episodio I y prueba de ello es que los créditos de la República (moneda oficial) no sirven allí"