Did you ever know that you're my heeeeeero...and everything I would like to beeeee?
2- La crisis no se produce por el fenómeno de la especulación: la crisis es una ley del ciclo económico capitalista. Es doctrina pacífica, pues la práctica lo viene demostrando una y otra y otra vez, que no puede existir capitalismo sin crisis periódicas. Entre otras razones las crisis vienen dadas por la disminución de la tasa de ganancia, esto sucede porque el aumento de la inversión llega a ser menor que el aumento de la ganancia, con lo que la proporción del valor agregado por el trabajo nuevo es menor.
La posibilidad de especulación con bienes básicos es una manifestación más del sistema capitalista, no la causa de la crisis, pues ésta se encuentra en la propia dinámica del modelo productivo.
Siguiendo las indicaciones de un grande como Urruticoechea, desde éste laico ambón digo: Proletarios del mundo, organizaos para dejar de pagar a la vez las hipotecas, pues cuando uno sólo no puede pagarla hay una familia con problemas; pero cuando diez millones de personas dejan de pagarla, el que tiene un problema es Botín.
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Si se examina el método marxista, la crítica derivará de un “juicio de conveniencia”: el método no es más que un medio para alcanzar un determinado fin y por ello habrá que valorar la conveniencia del medio respecto del fin.
Si se examina la teoría marxista, la crítica derivará de un “juicio de veracidad” o de falsedad, en cuanto que la teoría pretende describir la realidad y, por tanto, su valoración consistirá en verificar si existe correspondencia entre la teoría y la realidad.
Si se examina la ideología marxista, la crítica se basará en un “juicio de valor”, en cuanto que la ideología no describe la realidad, sino que pretende influir en ella, y por ello no se podrá decir que una ideología es verdadera o falsa, sino que se deberá decir si es buena o mala, justa o injusta…
Esta distinción es importante porque la primera acepción del marxismo no implica la segunda, y la primera y la segunda no implican la tercera. Aceptar el método marxista no implica también aceptar la teoría marxista; y aceptar el método y la teoría marxista no significa estar de acuerdo con su ideología. En sentido contrario no funciona de la misma manera, pues la ideología marxista sí presupone la teoría, y ésta última presupone el método marxista.
No sé si a alguien más le pasa, por lo que he comentado con amigos es algo genuino de mi móvil, puede que se deba a que su sistema de memoria está jodido o a que Vodafone está inmerso en una conspiración judeomasónica dirigida por Iker Jiménez para meterme miedito y, quién sabe, tomar el control de mi mente. No descarto ninguno de las dos, pero me inclino ligeramente más por la primera (no obstante y para curarme en salud: Iker Jiménez, si estás leyendo esto, ¡que sepas que no podrás conmigo!)
El otro día, entre esos mensajes del pasado, me llegó uno de tipo cariñosote. Logró ponerme una sonrisa en la boca…¿no es genial esa oportunidad de poder revivir el acto pasado en sí? No es como releer una carta que te escribieron hace tiempo, ¡es como si a tu buzón llega una carta que ya habías leído pero de la que ni siquiera te acordabas! Abrirías el sobre, la releerías y, al dejarla sobre la mesa y apartar la vista, desaparecería.
Sería acojonante si el fenómeno pudiera extenderse fuera de mi móvil: estas en tu casa, viendo el truñazo del “Debate sobre el estado de la nación” y de pronto, justo antes de la enésima réplica de Zapatero a Rajoy ¡zas! aparece en la tribuna de oradores Manuel Azaña, que se agacha sobre el micrófono y dice solemne “Cuando los españoles puedan emplear en cosa mejor este extraordinario caudal de energías que se ha desparramado se comprobará, una vez más, lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo río”. Un segundo después se desvanece.
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