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Bautizado = fichado

Hasta que no vi la noticia por mi mismo, no di crédito a quien me dijo que el Supremo había eximido a la Iglesia de borrar de fichero conocido como “Libro de Bautismos” a quienes habían solicitado ser borrados del mismo mediante una acción que canónicamente se conoce como “apostasía”.

Según el Código de Derecho Canónico en el libro de bautismo consta el nombre del bautizado, los de sus padres, padrinos y testigos, el día de la celebración, y la fecha y lugar de nacimiento. También se anotan, si los hubiera, los datos relativos a la confirmación y al matrimonio.

Esto constituye a todas luces un fichero, por más que éste no esté ordenado alfabéticamente sino por fecha de bautismo, pues un fichero es, según la Directiva Europea, un conjunto estructurado de datos personales, accesibles con arreglo a criterios determinados. Se cumplen pues los requisitos de estructuración, accesibilidad y posibilidad de tratamiento.

Alega también el Arzobispado, y lo admite el Supremo, que lo que recoge el libro de bautismo son meros “datos históricos”. Si se admite esto, nos encontraríamos con que todo aquel fichero donde figuren nuestro datos, si se acompaña de una relación de hechos ciertos (como lo es el haber tenido una cuenta abierta en un banco, haber realizado una compra a una empresa o el haber sido bautizado en una parroquia) no es susceptible del amparo de la protección de datos de carácter personal. Es un argumento delirante el que sostiene el Arzobispado: que el registro de bautizados tenga el carácter de “historial” no es incompatible con que sea un fichero en los términos que hemos visto y que, por tanto, que podamos ejercitar frente a él el derecho fundamental a preservar la intimidad personal y familiar.

Personalmente me resulta bastante indiferente que la Iglesia Católica disponga de mis datos personales: soy consciente de la cantidad de empresas (bancarias, de publicidad, de venta a distancia…) que a buen seguro tienen mis datos personales, por lo que sólo iniciaría la aventura del borrado eclesial por motivos simbólicos (motivos que supongo que son los que mueven a la mayoría de las personas que apostatan: que la Iglesia no los cuente como miembros de cara a un uso estadístico que pudiera favorecerle al negociar con el Estado).

Tampoco estoy en absoluto molesto con mis padres porque decidieran bautizarme: ese trámite me permitió hacer la primera comunión, ceremonia en la que fui de la mano de la que en su día era la chica más guapa de la clase, cosa de la que aún hoy me jacto. Además me regalaron un radiocassette que aún conservo y que suelo usar cuando me pongo nostálgico y me da por escuchar cintas antigüas.